Hay verdades que son insuperables, esas que la humanidad arrastra de manera crónica. Que no tienen solución no porque sea una aporía, sino porque no hay el mínimo de voluntad humanitaria para acabar con ese mal. Nos referimos al hambre. Y esa guerra, hace rato que se perdió. La civilización está obligada, azuzada por las inocultables circunstancias, a vivir con esa vileza. A soportarla, a exhibirla como una de los grandes fracasos del hombre sobre el planeta.
Así como los dioses vienen dado por la creación, este mal se empeñó en potenciarse, y manifestar toda su naturaleza como si fuera una característica esencial de lo humano, como si fuera un eterno logro de la oscuridad. Un malogrado titán que se encaramó sobre el hombre, y sistematizó su crueldad anestesiando su corazón.
En reciente informe, de dos agencias de la Organización de las Naciones Unidas, se muestra la iniquidad de esta densa y baja frecuencia. Cerca de 193 millones de personas, en 53 países o territorios, sufren de, lo que el organismo internacional denomina, eufemísticamente, inseguridad alimentaria aguda, en buen cristiano, hambre. Conmueve el hecho, aún más, si tomamos en consideración que hubo un aumento de ese indicador, de 40 millones, entre el 2020 y 2021.
Se percibe una resignación social en torno al fenómeno. Sobran los entendidos y expertos en seguridad alimentaria, así como la cantidad de reportes que dan fe de las muertes, que están entre el 16% de las 150.000 fallecidos diariamente en el mundo, y por añadidura, hay un marcado acento por debatir y buscar soluciones, pero se impone la inconsciencia del hombre.
El demógrafo y clérigo anglicano británico, Thomas Robert Malthus, se atrevió a adelantar una deducción que examina buena parte de las fallas demográficas donde azota el hambre. Destacó que la población humana tiende siempre a crecer más rápido que los alimentos a su alcance. Así mismo argumentaba que el afán de reproducirse era “más fuerte que cualquier otro instinto”. Dado el contexto, concluyó que “así, los pobres tienen que vivir peor”.
Como advierte el cosmos, el karma deja que los versados en economía y sociología remarquen sus teorías, porque lo que no se ve, es lo que define el fondo de problema. Las investigaciones del Informe Global sobre crisis alimentaria 2022 y el Programa Mundial de Alimentos, ratifican ese asombro. Y es que ese nivel récord de incremento de 40 millones de seres humanos con hambre, incluye a 570 mil personas en Etiopía, el sur de Madagascar, Sudán del sur, y Yemen, que, según los investigadores, se encuentra en una fase de catástrofe. No olvidemos que es el país más pobre de Oriente Próximo.
Sí, Malthus y su tesis del crecimiento poblacional. ¿Tuvo o no razón? Pero hay más de ese informe que alimenta la incertidumbre, y que tiene que ver con la fase previa a la hambruna; la desnutrición, la cual se mantuvo en niveles críticos en los países afectados por crisis alimentarias, “impulsadas por una compleja interacción de factores, incluido la baja calidad de los alimentos”, que ocasiona enfermedades infantiles y un acceso deficiente al saneamiento, al agua potable y a la atención de la salud.
Latinoamérica y el Caribe también incrementó el hambre. De acuerdo con los datos del PMA, 12,7 millones de personas se encuentran en “situación de crisis o peor”, específicamente en países como El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua y Haití. Esta última, con su inalterable pobreza extrema, y los desastres naturales, alberga la peor crisis alimentaria de la región con “un tercio de las personas hambrientas: 4,4 millones”.
Estamos en presencia de una guerra silenciosa, que extermina sin necesidad de los escándalos que generan los conflictos armados. No obstante, la violencia tensiona el suministro de agua y alimentos. Es una realidad que cada día se hace más fuerte, con unos resultados que siguen siendo alarmantes, y sin que haya una respuesta certera de los organismos internacionales, que le ponga el punto final a esa épica del terror.
Es obvio que la pandemia –en 2020-2021- generó otras alteraciones, como la ausencia de alimentos atribuidas al encierro, y a la informalidad laboral, pero el hambre seguirá estando asociada a la pobreza. El panorama luce sombrío, ya que es una humanidad que produce alimentos, y ¿maliciosamente? no ha podido resolver su distribución.
Es la serpiente que se muerde la cola.
Fuentes consultadas
https://news.un.org/es/story/2022/05/1508122
https://www.unicef.es/blog/por-que-sigue-habiendo-hambre-en-el-mundo
Estamos a las puertas de una hambruna global debida primeramente al cambio clamatico y luego a la “mafia” de las semillas y agroquímicos que posteriormente son responsables de la esterilidad del suelo y las semillas, situación que ya se está presentando.
Excelente editorial.
Hay factores determinantes para esta vergüenza humana. Pobreza versus ignorancia y explotación del más fuerte, en este caso quienes tienen el control geopolítico a nivel mundial. Dicen las estadísticas que tan solo con la comida desperdiciada en países desarrollados como Estados Unidos podría alimentarse a la población que se menciona en este artículo. El bajo nivel de conciencia y los intereses económicos de algunos son los responsables del hambre.
El hambre se ha convertido en un arma letal cuya fabricación, por una lado, es responsabilidad de los mismos grupos sociales que están inmersos en condiciones de pobreza insuperables al mantener tasas de nacimientos distantes del mínimo control (por iniciativa propia o de los estados-gobiernos); y por el otro, el ejercicio perverso del poder por quienes dominan el sistema económico-político-financiero del mundo entre cuyos intereses cuenta con prioridad mantener los lazos de dependencia y sumisión de grupos sociales prisioneros en un inframundo con altas exigencias para lograr superarlo. Es la miseria que permite disfrutar del sufrimiento.
Excelentes. P