Luego de habitar cómodamente en este planeta a cambio del desmedido uso de sus recursos, pareciera que La Tierra ha dejado de ser un lugar confortable para vivir. No bastó el equívoco proceder humano al crear guerras, hambre, desigualdad, corrupción, discriminación, entre otros males, sino que ahora a eso se le suman las divisiones y etiquetas de todo tipo, así como el exagerado avance tecnológico, al punto de sustituir al mismo ser, en muchos aspectos.
En la literatura y el cine, probablemente a modo de remembranza, ya se nos viene advirtiendo, como en una especie de “visualización”, la posibilidad de romances con sistemas operativos, la existencia de robots que adquieren sentimientos, viajes interestelares desde una ordinaria conciencia de vigilia, así como la visión apocalíptica de un planeta acabado y la resolución de conquistar otros.
Y, al hablar de conquistar otros planetas, por supuesto que el primero que se vislumbra como anfitrión de esta horda de humanos es nuestro mítico vecino, el planeta rojo. El misterio que envuelve a Marte, alimentado décadas atrás por obras de ciencia ficción, ha podido ser aliciente para, o consecuencia de, las innumerables sondas exploratorias enviadas a suelo marciano desde hace décadas, algunas exitosas y otras no tanto.
En la actualidad, el hecho de enviar misiones de exploración a Marte ha pasado de ser un hecho meramente investigativo, a ser un medio para lograr una cercana probabilidad de habitar este planeta. Para muestra, el trabajo optimista, por no decir obsesivo, del fundador de la empresa SpaceX (empresa de fabricación aeroespacial y de servicios de transporte espacial, con sede en California, Estados Unidos). De hecho, Elon Musk ha declarado recientemente a la revista Time: “Me sorprendería si no aterrizamos en Marte dentro de cinco años”.
Sin embargo, este planeta no posee atmósfera y llevaría un tiempo construir plantas químicas que permitan extraer los recursos que se sospecha existen en él. Los cálculos para iniciar un proyecto como ese doblan la estimación de tiempo que Musk pretende calcular, tan solo en su inicio. Este empresario aspira también marcar un hito en la historia de la humanidad, creando una civilización interplanetaria (como si en este momento no existiera) y volverse, como él mismo lo ha dicho, el Noé del futuro.
Los parámetros éticos de la investigación científica van cambiando dramáticamente, como en todas las áreas de desarrollo humano. La búsqueda de inmediatez abruma, y hasta los estudios de vieja escuela, con todo y la seriedad que poseen, se ven atropellados por el avance empresarial en las áreas tecnológicas. No se trata de menospreciar lo que la tecnología aporta, sino de preservar lo que su uso ético implica.
Saltando esas instancias, el principal eje de acción de Musk y su proyecto se fundamenta en Starship, el sistema de transporte espacial que busca ser la plataforma de lanzamiento más avanzada del mundo. Irónicamente, esta empresa atraviesa, en estos momentos, una fuerte crisis de producción de los Raptor, motores diseñados por SpaceX para las nuevas generaciones de lanzadores construidos para la exploración y colonización de Marte, que serían capaces de reutilizar todas las etapas del lanzador y lograr una reducción considerable en los costos de cada misión exploradora o de transporte espacial.
Aparte, su última carta lanzada sobre la mesa alude a su intención de tomar dióxido de carbono de la atmósfera para transformarlo en combustible para los cohetes espaciales, un nuevo programa que ha llamado La Direct Air Capture que, según el mismo Musk, se encuentra en la fase inicial de desarrollo.
Pero volviendo a lo ético, ya hay una exigencia por parte de grupos intelectuales que alertan sobre los peligros morales y éticos de la invasión en otros espacios interplanetarios, y se refieren específicamente a la irrupción y transgresión en las precarias formas de vida que podrían estarse gestando en ese otro planeta. La vida microbacteriana, específicamente, podría verse alterada e incluso contaminada. Todo esto implicaría interrumpir procesos, no solo de vida, sino de formaciones geológicas, de miles de millones de años de una forma abrupta, al pisar, asentar y edificar estructuras que puedan contener vida humana en Marte.
Como consecuencia de estas acciones, desde hace unos años se viene planteando la urgencia de crear una “ética espacial” o “astroética” que pueda regular las exuberantes ambiciones de los círculos empresariales y tecnológicos a los que pertenece este empresario sudafricano que no cede terreno en su obsesivo plan de habitar Marte.
Cabe preguntarse, entonces, ¿Pasará a la historia como aquel que logró que los humanos caminaran sobre sedimentos marcianos? Todo apunta a que sí, pero la idea también es apostar todo a que se haga de la forma más ética posible. Como siempre se concluye: todo es medido según el nivel de conciencia logrado.
Fuentes consultadas: https://elpais.com/ciencia/2021-06-04/cuando-habra-viajes-tripulados-a-marte.html, https://es.wikipedia.org/wiki/Viaje_tripulado_a_Marte, https://www.xataka.com/espacio/optimismo-elon-musk-llegada-humanos-al-planeta-rojo-me-sorprenderia-no-aterrizamos-marte-dentro-cinco-anos