Prometeo y el viaje del fuego que roba a los dioses del Olimpo para diseñar al hombre y hacerlo a imagen de los dioses verdaderos. No son pocas las variantes del mito de este mito, todas ellas coinciden en describir que fue él quien asumió la tarea de la creación del hombre hecho y modelado del barro, con la ayuda e influencia de Atenea hija de Zeus y diosa de la sabiduría, la razón, la inteligencia, las artes y la industria, entre sus dotes.
El hombre, hasta ese momento, no poseía la gracia, y su accionar en la tierra era muy limitado. No se diferenciaba notablemente del resto de los animales.
Ante esta apatía del hombre, Prometeo, dios- titán, se aventura a darles el fuego, usado en el monte Olimpo, lugar donde se alojan los dioses. A partir de este momento la dinámica del hombre cambia y este logra prontamente, cosas hasta ahora inimaginables, tanto en el área de lo productivo y técnico como en su conexión cósmica e incluso esotérica.
Poco tiempo después, Zeus, regente de dioses, se percata de lo sucedido, se molesta, y con toda su ira arrebata de nuevo el fuego a la humanidad, ya que Prometeo, tomó el elemento sin su consentimiento y lo sentencia a estar encadenado en una roca, en la cima de una montaña, en el Cáucaso y envía a un águila a que le devore el hígado.
Por su condición de dios-titán las heridas causadas por la extracción del hígado que el águila le hacía, con su pico, cada día sanaban. Esta situación se repitió continuamente una vez tras otra, durante muchos y largos años.
Mientras, el hombre retrocede en su desarrollo, una vez más desvalido, vive la penuria de la oscuridad y el frío. Hasta que Heracles (Hércules), también hijo de Zeus se aventuró a liberarlo al no estar de acuerdo con este castigo. Mata al águila y rompe las cadenas de Prometeo. Zeus lo acepta bajo una condición; Prometeo tiene ahora que llevar para siempre un anillo forjado del hierro de la cadena atado a una piedra. Transforma el castigo sangriento en un castigo simbólico.
Muy pronto Prometeo, con su astucia vuelve a robar el fuego de los dioses y se lo lleva a los hombres de nuevo y es así como el llamado hombre prometeico se desarrolla sintiéndose, con el uso del fuego, parte de los dioses, desafiando su divinidad. Sin embargo, incrédulo el hombre no se siente realmente dios.
El mito se va transformando, pero siempre Prometeo es visto como un hombre rebelde que se levanta frente a los dioses. De esta manera deja de ser un dios y se transforma en hombre. El mito griego se convierte como en una cantera para la reconstrucción mítica de una rebeldía y emancipación humanas, la cual es realizada por la sociedad moderna a partir del Renacimiento y ha infundado tantos pensamientos y reflexiones desde ese entonces.
Ubicándonos en un contexto más esotérico, viendo a Prometeo como el benefactor de la humanidad y dador del fuego, está última probidad es la que permite al hombre ubicarse en relación al cosmos que lo rodea sintiéndose parte él.
Con el uso y conocimiento del fuego el hombre se vincula consigo mismo y con la fuente que lo origina, le otorga ese conducto, relación que lo hace posible y que lo diferencia del resto de los seres. Le permite viajar a sitios remotos del cual él es parte, sintiéndose así inconmensurable. Sintiéndose divino.
Queda de nuestra parte rescatar ese momento de descubrimiento que el hombre antiguo supo asimilar. El hombre prometeico bien entendido, con el uso del fuego, reverencia a los dioses, reverencia al origen, sabiéndose parte y tomando parte.
Hay seres que se sacrifican para que la humanidad pueda trascender, despertar, acercarlos a lo que el alma realmente vino a hacer. ¿La humanidad ha aprovechado esta justa dada por Prometeo? ¿Estamos conscientes de esta bendición?
Hay asistencias que se mueven en otras instancias que aun somos incapaces de detectar.
Fuentes:
1.- https://es.wikipedia.org/wiki/Prometeo
2.- https://journals.openedition.org/polis/5527#tocfrom1n3