El ser humano, pese a encontrarse en constante movimiento, y habitar en sus diferentes etapas de la vida muchos espacios según la dinámica en la que se encuentre, eventualmente o pocas veces ha realizado el ejercicio de escribir sobre los lugares que le han propiciado una experiencia significativa.
Posiblemente en sus remembranzas habrá recordado y evocado a su regreso de un viaje y habrá compartido con alguien cercano sobre la experiencia, pero si se permitiera escribir sobre las vivencias y los lugares donde éstas suceden, se ofrecería una perspectiva valiosa para la síntesis interna de lo vivido.
Y es que hay lugares que esperan por nosotros, que nos contienen, y la forma como nos sentimos en ellos es prueba de que algo de nuestra memoria se nos entrega allí. Es como si aguardasen por nuestra presencia, para regalarnos una profunda experiencia que por momentos se expresa en llanto, sonrisas, plenitud y contento.
Si bien hay lugares donde nuestra vida transcurre en lo cotidiano, o visitamos muy a menudo por dinámicas familiares, y en donde hemos estado compartiendo mucha vida, no son los que especialmente nos detonan esas emociones y que nos mueven de forma tan precisa internamente.
Justamente es por lo que encuentros que nos ofrecen ciertos lugares son de algún modo inesperados, y aunque no los buscamos es como si de alguna manera en nosotros estuviesen previstos, tenían que darse, como causalidad.
“Nunca escribas sobre un lugar hasta que estés lejos de él” es una de las frases memorables de Ernest Hemingway en su obra París era una fiesta, que fue escrita cuando vivió en La Ciudad de la Luz, en una época posterior a su paso por la primera guerra mundial; brindándonos una perspectiva del recuerdo que pareciera necesitar de distancia para dotarla de alguna cualidad especial.
Si bien hay viajes motivados por diferentes razones: trabajo, estudio, ocio, salud, familia, espiritualidad, entre otros, establecernos en una actitud interna de la experiencia, será sin duda una oportunidad de trabajo personal para nuestro crecimiento y avance.
Seguramente el registro escrito de las experiencias en lugares visitados y habitados incluso por períodos más largos, puede ser un recurso que prolongue la experiencia para mirarnos en retrospectiva y apreciar lo que nos deja de balance y aprendizaje.
Una bitácora de viaje nos funcionaría; en la cual ir incluyendo elementos para considerar juntarlos al mirar lo vivido luego de partir. ¿Qué limitaría en nosotros un ejercicio así? Y la respuesta tendría una relación con la forma en que habitamos el presente, con la capacidad de adaptarnos al ritmo de los lugares y así conectar para vibrar mejor en sus frecuencias.
Siempre será posible replantearnos la forma de aproximarnos a las experiencias de la vida y procurarnos hacer de los viajes que elegimos un recurso de trabajo interno nos coloca en un modo de acción consciente que da sentido y alienta estos presentes que nos esperan.
Maravilloso, gracias Catalina por la decantación 🙏