El día de las Madres son todos los días, sin embargo, bien vale dedicarle un día para que no la olvidemos el resto del año. A pesar del mercantilismo que lo rodea, es un día en el que colectivamente nos disponemos a hacer brillar en nuestros corazones el Amor que sentimos por ese ser que nos trajo a este mundo.
Y si hay algo que nunca podrá dejar de maravillarnos es la entrega de la mujer que se dispone en ofrenda maternal para permitirnos la maravillosa aventura de nacer. El poeta libanés Kahlil Gibran decía: “La más hermosa palabra en los labios de la humanidad es la palabra Madre y el más hermoso llamado es decir Mi Madre”.
Por alguna razón misteriosa al invocar a la Madre se comienza en varios idiomas con la vibración sonora primordial de la letra M, vibración que modulada en el Mantra abre portales entre los planos dimensionales. Así mismo, la Madre es artífice de un puente entre el mundo espiritual y el material al ofrendar a la vida un receptáculo para el Alma en el momento de nuestro nacimiento. En su dolor de parto rasga los velos entre los mundos y la mujer se hace en ese instante una Madre Divina que dispone las glorias de la Creación para que sean alcanzadas por sus hijos.
Es por ello que toda Madre es una alegoría de la Madre Divina, la forma que contiene todo lo viviente, la Shakti, y como tal la Madre aunque es una, tiene muchos rostros. El arquetipo de la Madre contiene a aquella que es bondadosa que nos nutre, nos sustenta, que es fuente de Amor inagotable, protectora e incondicional. Pero también es la Madre misteriosa, la que encarna lo oculto de la Creación, lo tenebroso, es la que nos empuja hacia la angustiante e inevitable muerte del ego, confrontándonos con la sobrenatural autoridad espiritual de la Shakti, llevándonos más allá del intelecto y la emoción.
Así que un día de la Madre es un día que es todos los días en los que honramos la presencia de la Madre Divina en sus formas del SER.