Las palabras segregacionismo, racismo en su acepción más amplia, abarcan el trato desigual, sobre la base de motivaciones raciales, políticas o religiosas, entre otras. Para Williams Du Bois, sociólogo, historiador, estadounidense, la categorización racial se convierte en un principio estructurador irreductible que marcó las relaciones sociales, culturales y políticas en el mundo contemporáneo.
Partiendo de esta perspectiva, la conquista y colonización de las Américas, la subyugación y exterminio de los indígenas y la masiva expansión del comercio de esclavos en el Atlántico al comienzo de la era moderna, estuvieron ligados de manera integral con la construcción social de las jerarquías y diferencias raciales, que, a su vez, fueron alimentando ideologías imperiales, raciales y guerras.
«Esto ha tenido un impacto en el proceso evolutivo
de esta especie humana que ha encontrado,
en la violencia que desencadena, el ejercicio de esta
forma de relación, que inicia en lo individual…»
Esto ha tenido un impacto en el proceso evolutivo de esta especie humana que ha encontrado, en la violencia que desencadena, el ejercicio de esta forma de relación, que inicia en lo individual y se proyecta en lo social y en lo sutil, su programa más operativo para funcionar. En la actualidad estamos a un paso de otra guerra mundial.
Un enfoque sociológico interesante lo encontramos en los investigadores Marvin E. Wolfgang y Franco Ferracuti, estadounidense e italiano, respectivamente, quienes analizan la violencia como una diferencia específica de la cultura. De este modo «la violencia se nos presenta como una patología cultural de la que las sociedades rara vez logran escapar» y según ellos mismos, «el recurso a la violencia no se considera necesariamente ilícito y quienes la emplean, por lo tanto, no tienen que enfrentarse con sentimientos de culpabilidad por causa de sus agresiones [i] «.
Entonces, para proyectar la conducta violenta, el otro debe verse como enemigo. Se da en muchas formas, se normaliza desde lo cultural y aparece como inherente a la dinámica social, apoyado por las instituciones, como el sistema educativo, la industria militar y el sistema público en general. Este debe asegurar la programación necesaria para la ejecución del programa.
Ahora bien, analicemos un poco sobre el campo energético que produce el ejercicio de la violencia en las relaciones sociales, avaladas por los programas de racismo, segregacionismo, entre otros.
El británico Rupert Sheldrake, biólogo, para psicólogo, filósofo, bioquímico, nos habla del campo mórfico, visto como un principio de memoria de la naturaleza. Este término podemos aplicarlo para entender un poco, el campo necesario que debe existir para que estos programas de crueldad, puedan funcionar.
Esta puede ser una estructura invisible, electromagnética y espiritual, que mantiene el impulso para que, desde las opciones del sistema incluido el aparato informativo, lo que se percibe y el lenguaje que se usa, produzca la reacción desde los programas
El antropólogo peruano, Carlos Castaneda plantea en “Sombras de barro” la existencia de un predador invisible, que nos tiene prisionero, porque somos su sustento. En el marco de esta afirmación, tiene sentido pensar en ese campo mórfico, creado por estas entidades, para manejarnos desde las programaciones que nos han implantado y para experimentarnos sin compasión.
Cuando damos una mirada a la historia de esta humanidad, las guerras, la violencia, la injusticia entre otras, han sido unas constantes, para ocasionar el desgaste emocional, psíquico y sobretodo la programación en nuestro ADN, para así asegurar el manejo casi inmediato en la psique del humano consumidor de estas redes y tecnologías de la información.
«Las fuerzas hiperdimensionales en sus diferentes
manifestaciones existen y comen de la energía
emocional del humano. Es por ello, que pensar en
sociedades en donde reine la paz es posible…»
Las fuerzas hiperdimensionales en sus diferentes manifestaciones existen y comen de la energía emocional del humano. Es por ello, que pensar en sociedades en donde reine la paz es posible, pero siempre será combatida por estos predadores invisibles.
El despertar interno es un paso necesario para poder trabajar y edificar la soberanía espiritual y establecernos en una verdadera libertad espiritual. Este sería el mayor de los retos en una humanidad dominada por entidades que solo usan la guerra para alimentarse en lo sutil y producir riquezas en lo material.
FUENTES CONSULTADAS:
http://www.scielo.org.co/pdf/ef/n31/n31a02.pdf
[i] file:///D:/Users/Usuario/Downloads/18881-Texto%20del%20art%C3%ADculo-20337-1-10-20141124.pdf
La paz como la ausencia de la guerra revela una mentira acuñada para la satisfacción de quienes sólo creen fielmente en las explicaciones que llegan a través de los medios de comunicación tradicionales y las redes sociales. La verdad verdadera está sustentada en grandes intereses para que la ausencia de la paz con su carga de violencia, injusticia, dolor y sufrimiento siga estando presente en casi todas las manifestaciones humanas donde el poder ( en sus diversas expresiones ) sea el que marque las pautas de la vida de quienes no tienen acceso al mismo o no tienen cualidades para su ejercicio con el caso de los animales y las plantas.