Marie Grosholtz, escultora francesa, nació en Estrasburgo el 1 de diciembre de 1761, hija de un militar alemán que murió antes de su nacimiento. La madre con su hija se mudó a Berna donde trabajó para el cirujano Phillipe Curtius, quien tallaba figuras anatómicas de cera para sus clases, actividad que luego dedicó al retrato. Marie lo llamaba tío y aprendió de él el arte de esculpir la cera. Más tarde, en París, Curtius producía imágenes de personajes populares, captando la atención con sus exposiciones, a tal punto que en 1776 las trasladó al Palacio Real, mientras Marie ejercía como tutora de arte para la hermana de Luis XVI.
Sus primeras figuras fueron las de Voltaire, Benjamín Franklin y Rousseau. Con la Revolución Francesa fueron los nuevos gobernantes y los decapitados quienes pasaron a protagonizar las efigies. Acusada de realista fue capturada y condenada, Curtius realizó gestiones para su excarcelación y finalmente la intercesión de Collot d’Herbois produjo su liberación, a cambio de realizar las representaciones de los ejecutados, entre ellos, Luis XVI, María Antonieta, Marat y Robespierre.
Se casó con el ingeniero François Tussaud y en 1802 se trasladaron a Londres con sus hijos y su madre. Socia de un pionero de la linterna mágica en un espectáculo de horror, el negocio no resultó y se independizó, recorriendo durante años el Reino Unido con su colección.
En 1835 instaló el museo, junto a sus hijos, en Baker Street, creó la “cámara del horror” con criminales célebres y sus armas asesinas, y tuvo el privilegio de montar otra sala que reproducía con todo detalle la coronación de la reina Victoria.
Hoy día el museo de cera londinense es el más importante del mundo, con 24 sedes en cuatro continentes.
Madame Tussaud falleció el 16 de abril de 1850 en Londres.