Todo se conoce en lo sagrado del silencio.
Rumi
Cuando el silencio es íntimo, ahonda, arropa, aclara: nos pone en contacto y nos guía hacia nuestro ser. Solo con quietud la mente es capaz de escuchar la voz interna. Más, cuando el silencio es impuesto solo sirve para coartar, herir y mutilar la libertad del individuo y la sociedad en la que vive.
Pero hagamos una rápida distinción entre el silencio interno, aquel que nos lleva a descubrirnos produciendo bienestar al nutrir la paz, la armonía y el amor propios, y en contraste, aquel silencio al que nos vemos cada vez más empujados socialmente a llevar a cabo, ya sea por no lastimar la sensibilidad de otros, por ignorancia de no saber cómo decir lo que nos importa, por el robo de tiempo que nos hacen distrayéndonos en el nombre del entretenimiento y la -supuesta- manía de mantenernos informados.
La historia humana está llena de ejemplos de represión contra aquellos que levantaron la voz en pos de lograr un mundo mejor. Pero también está llena de ejemplos de personas comunes y de maestros, que han sabido inculcar el gozo por la búsqueda profunda del Ser sin romper las ondas de las aguas que los rodean.
Las artes son una forma de expresión del silencio interno. Las formas creativas de expresión son, por antonomasia, una forma suprema de externar y compartir los sentires y pensamientos de una persona con sus semejantes. El proceso creativo es profundamente íntimo y requirió de un contacto interno para encontrarse, pero el resultado dicta a ser público y compartirse. Esta es una de las naturalezas del arte.
Por el contrario, los ataques tecnológicos son cada vez más invasivos de nuestra privacidad. La represión ideológica y manipulación del pensamiento; la distracción superflua de comunicación y entretenimiento, así como el exceso de información existente, nos alejan del conocimiento y del discernimiento de qué es lo verdadero. ¿Es algo hecho a propósito? que cada quien saqué sus conclusiones, y a su vez, que cada uno decida en qué emplea sus segundos.
No pierdas el momento en el que se pausa el tiempo. Es éste lo que importa, es la acción lo que se impregna en uno. No te dejes distraer por lo externo, por otros, pero tampoco por ti mismo: no por el ruido en tu cabeza, no por un pozo interminable de deseos para adquirir lo que no se necesita. Hay que hacer lo que uno sabe es necesario para la expansión de nuestro ser, y, al terminar, campante y tranquilo, proseguir su camino.
Por muy mal que te caiga una persona o lo que representa, uno no debe caer en un acto de violencia. Expresarse es válido, no estar de acuerdo es válido, intercambiar puntos de vista es válido. La violencia nunca. Y silenciar es una forma de ello. El silencio otorga a quien en él se refugia, mas no debe callar, herir, lastimar ni coartar el crecimiento, la armonía ni la libertad propia o ajena.
Demos al silencio su justa dimensión, desnudo como es, propio de nuestra naturaleza.
Jorge Luis Borges dijo: “No hables a menos que puedas mejorar el silencio.” Walt Whitman en su poema “Una canción de mí mismo” escribió: “Me celebro y me canto a mí mismo / y aquello que asumo tú también lo asumirás / pues cada átomo que me pertenece, de igual manera, te pertenece a ti también”.
Encontremos unión en el silencio, para que la quietud, que se requiere para escuchar el alma, nunca acalle la ruidosa valentía de las acciones.
Fuentes:
Walt Whitman: https://www.poetryfoundation.org/poems/45477/song-of-myself-1892-version
Joan-Carles Mèlich; https://raco.cat/index.php/ArsBrevis/article/view/93814
https://www.dejusticia.org/wp-content/uploads/2024/01/El_Silencio_Impuesto.pdf
Gracias por compartir.