Luz Ángela Mastrodoménico | SKY Bogotá
Velocidad. ¿Qué es acaso la velocidad? Y velozmente, aclaro que no escribe acá la más veloz, especialmente si de sumar, leer, cocinar o lavar platos se trata. Y justamente esta semana me preguntaba, al ver el tiempo que pasaba mientras picaba la papaya: “¿En qué radica la velocidad?”
Y a partir de tal pregunta, surgieron cuatro teorías que hoy le quiero compartir: a). Práctica y precisión b). Practicidad por supervivencia c). Configuración interna-kármica d). Competencia. Y no declaro aquí un tratado de verdades absolutas sobre corte de papayas y, mucho menos, conceptos tan profundos como el tiempo o la velocidad. Tan solo intentaré plasmar el juego de introspección que surgió como fruto del encuentro con el fruto.
La primera teoría (práctica y precisión) sería el acto de confianza, fruto de la constancia de aquel que ha picado tanta papaya en esta vida, que podría hacerlo con los ojos cerrados, sin demora ni retraso, al llevar internamente instalados los procesos más profundos del picado de papaya. Dicho ser sería preciso e iría al grano, a la pepa, sin necesidad de comprometer dedo o reloj alguno, al bailar alrededor de la fruta, buscando en los recuerdos aún no fabricados, las formas más blandas y apacibles de entrar con cuchillo en la materia.
La segunda teoría (practicidad por supervivencia) sería la capacidad de abarcar más con menos (en este caso, más papaya, menos tiempo), desarrollada por aquellos que en en su tiempo ya no tienen huecos, obviando, casi por necesidad, los detalles más pequeños. Bajo esta premisa, podría tener tanta -o incluso menos- importancia la brillantez en el resultado, como el cumplimiento del horario previamente calculado. Si queda volando una que otra semillita por ahí, será uno de esos temas que se pueden omitir, siempre y cuando no se altere el reloj en su latir.
La tercera teoría (configuración interna-kármica) sería algo así como el reloj interno que rige a cada persona. Hay quienes no caminan, sino trotan en la vida, así como hay quienes se detienen en cada palabra, en cada paso, a mirar a su alrededor y tomar aliento para seguir con su camino. Quizás los planetas que nos rigen, la forma en que fuimos criados o nuestro ritmo cardiaco, son variables que pueden determinar nuestros pulsos internos, siendo esto, como todo en esta vida, una impregnación kármica, un registro vibracional de nuestras acciones pasadas.
La cuarta teoría (competencia) sería una de esas capas moralmente inadmitidas, pero altamente evidentes, que marcan los ritmos en la sociedad, configurando la velocidad en las acciones de los seres vivos en este planeta. Desde espermatozoides hasta empresarios se mueven por esta ley. Pareciera ser tan natural la competencia que, incluso desde el colegio, nos enseñan a hacer las cosas para “ser los primeros”, para “ser recordados”, para “ser importantes”. Ojalá nos hubieran dicho que, si de importancia se trataba, esto al Ser ni le importaba.
¿Ser los primeros en qué? ¿Ser los primeros para qué? ¿De qué le sirve acaso al Ser ganar en la materia? Y absurdo sería, sin embargo, negar lo que la competencia, como forma de relación humana, ha generado en lo que falsamente hemos llamado “evolución”, que no es otra cosa sino la involución en el propósito sutil del Ser, a partir de la aceleración desmesurada en la capacidad de la materia por deslumbrar y distraer.
¿A dónde vamos con tanto afán? ¿Acaso ir a Marte nos dará un sentido sobre la existencia? ¿Acaso un internet espacial, creado a partir de miles de satélites en medio de la nada, nos dará la velocidad en la conexión que internamente buscamos? Y volvemos a la velocidad. ¿Velocidad para qué, si al creernos en números activos, en realidad seguimos desolados y dormidos?
¿Avanzamos internamente tan rápido como el internet? Compleja pregunta para estos tiempos, en donde la tecnología parece estar dando saltos cuánticos. Hace tan solo unas semanas, Jeff Bezos (CEO de Amazon, conocido también por ser, tanto el hombre más rico, como el peor jefe del mundo), anunció que invertirá cerca de 10 mil millones de dólares en el Proyecto Kuiper, la megaconstelación de Amazon, que podría ser en pocos años el nuevo sistema de internet espacial para el planeta.
Curiosamente, antes de hacerse visible el ambicioso plan de inversión de Bezzos, Elon Musk (CEO de Tesla Motors, Space X y cofundador de Paypal) venía trabajando en Starlink, su proyecto de internet espacial, habiendo declarado que, para avanzar con el plan, serían necesarios 10 mil millones de dólares (exactamente la misma cifra invertida por Jeff Bezzos para su Proyecto Kuper).
Velocidad y competencia. Dos palabras que parecen estar relacionadas una vez más. En este caso, ya no hablamos de papayas, sino de estructuras que vuelan y atraviesan atmósferas, desafiando las leyes físicas y kármicas que nos mantienen con los pies sobre esta tierra. Papayas satelitales que, al conectarse entre ellas, planean dar fin a la banda ancha que, siendo tan ancha como es, muy estrecha nos puso la mente.
Y dicen por ahí que es Musk quien tiene el conocimiento y Bezos el dinero. ¿Quién lo logrará entonces primero? ¿Elon Musk con Starlink o Jeff Bezzos con Proyecto Kuiper? Y parece ser este par la representación perfecta de que la competencia puede generar en términos de velocidad. Velocidad en tecnología, velocidad en internet, velocidad en confusión, velocidad en separación con nuestro propio Ser.
“Papaya partida, papaya comida” se dice en Colombia cuando, al ponerse una oportunidad sobre la mesa, se toma sin pensarlo dos veces. El asunto es que, muchas veces, no es la oportunidad más brillante, la que nos acerca a la búsqueda del Ser. ¿Qué habrían logrado estos dos seres, siendo genios como son, si hubieran recordado a qué vinieron al planeta? Seguro no estarían huyendo de la Tierra, sino sanando los lazos, ya no satelitales, sino kármicos, que los han hecho nacer aquí, como a todos.
Y entonces me queda una última pregunta: Si competir con el otro estimula la velocidad en las acciones replicantes y, por ende, en la separación con el Ser, ¿qué acción concreta podría estimular la velocidad interna y acelerar el tiempo evolutivo en la silenciosa búsqueda del Ser? Y sin pensarlo mucho, la mismísima papaya nos trae la respuesta, haciéndonos volver a la primera teoría aquí expuesta: La práctica y la precisión. La práctica espiritual (sadhana) y, a partir de ahí, la precisión de pensamiento y de palabra.
Si de afilar cuchillos se trata, que sea para competir con los satélites mentales que revolotean, distraen y nos separan del firmamento sobre el cual se gesta el encuentro con el Ser.
excelente
Me parecieron excelentes todos y cada uno de estos ensayos. Gracias.
Me encanto este analisis comparativo con un lenguje sencillo y gran contenido. Interesante el como ver las diversas etapas de lo que puede ser y hacer uno y los logros desde diversos puntos de vista. El Ser esta alli .gracias.
ONS, Me encantó muchas gracias por brindarnos esta visión. Excelente.