Juan Camilo Mantilla | SKY Colombia
La presencia de la tecnología en las distintas formas del arte es un hecho desde hace décadas. Incluso existen ramas del arte que hoy en día serían impensables sin dispositivos de alta tecnología, como por ejemplo el cine o la música electrónica. Las pantallas, el software, los procesadores, entre otros, se han convertido, en muchos casos, en el lienzo y los óleos de antaño. Por supuesto, esto no implica de ninguna manera la muerte del arte análogo, orgánico o incluso clásico. Más aún, en muchos casos lo que hemos visto trata de hecho de una fusión.
Por ejemplo, en la música poco a poco los diferentes ritmos tradicionales de las distintas regiones van fundiéndose con la música electrónica por iniciativa de las nuevas tendencias emergentes, produciendo así una fusión de folclor con beats, sintetizadores y demás herramientas digitales. Existen decenas de proyectos musicales cuya insignia es la fusión de estilos de música folclórica de distintos países con versiones electrónicas de esos mismos manifiestos culturales. Ejemplos de esto son Bajofondo con el Tango argentino, Bomba Estéreo con la cumbia y otros ritmos tradicionales colombianos; incluso la agrupación So What! Project con el Kirtan tradicional de la India.
Ahora bien, por su lado, la danza en sí misma no se queda atrás en la tendencia hacia la tecnología que la humanidad ha visto en las últimas décadas. Krystian Klimowski es un ejemplo importante de cómo la danza, ese ejercicio que a primera vista pareciera tener que ver exclusivamente con el cuerpo, también es susceptible de fundirse poco a poco con la mecatrónica, el software y demás.
En el proyecto, cuyo enlace adjuntamos al final del presente escrito, la danza se viste con un traje sensible al movimiento, en donde la ingeniería juega un rol importante al incluir 9 puntos de percepción de movimiento que determinan las variables que luego la inteligencia misma que se le infunde al traje es capaz de traducir en sonido, creando así audio a partir de diferentes tipos de movimientos del cuerpo.
Se trata de la posibilidad de articular movimiento y producción de sonido mediante un traje sensible al cuerpo y a su pronunciamiento. Lo que se obtiene, estéticamente, resulta muy interesante en la medida en que las señales interpretadas que producen audio pueden ser filtradas a través de 3 canales distintos, en donde para cada una existe un resultado diferente. Cada uno de estos con su resultado en particular. Y quizás algo curioso es que en este caso no es un resultado armónico y melódico que pueda llamarse en sentido estricto una “canción”. En buena medida son sonidos robóticos, convirtiendo el movimiento orgánico en una danza robotizada. Ahora bien, ¿habrá formas de que la danza sea en sí misma un instrumento musical? ¿Podrá haber melodías, canciones nacidas a partir del simple movimiento de una mano o un tobillo en sutil deslizamiento? Y la respuesta pareciera ser un sí.
Habiendo ya presentado a grandes rasgos la tendencia tecnológica actual, sumado a la introducción al trabajo de Llomowski, quisiéramos invitarlos a revisar directamente su quehacer en el siguiente link que reseña dicho trabajo y lo presenta mediante videos llamativos e ilustrativos del producto final como experiencia estética
Fuente consultada: https://toyoutome.es/blog/dentro-del-taller-del-artista/31242