Impregnar desde la materia los demás cuerpos que nos conforman, movilizarse en cuerpo y alma hasta un lugar Santo, sentir cada célula vibrar en la frecuencia de la devoción depositada por millones de seres que durante milenios han venido y se han ido, para volver o liberarse. Eso es Peregrinar. ¿Es en verdad necesario? Quien lo ha hecho, sabe. Quien no se aventura todavía en esta encarnación, debe activarse.
Fue con esta clara intención y propósito que un grupo de iniciados de la Escuela Valores Divinos, que habitaba la Sagrada ciudad de Kashi, emprendió por iniciativa del Swami Shivananda y guiados siempre por la Madre Shaktiananda, una peregrinación al sur de India.
Volamos a Delhi la mañana del 6 de abril. Al día siguiente nos movilizamos al Ashram del Shankaracharya Swami Divyananda en Chapkoli, cerca de Delhi. Se conmemoraba el día lunar de su partida en el mes de abril de 2019. Fue un momento muy sentido, que a mi parecer nos iba preparando para lo que nos esperaba en el Sur. Se le hizo una ceremonia al Murti del Swami, cuyo Dasanami es Tirht, que significa lugar de peregrinación.
Luego el nuevo Shankaracharya pronunció un discurso donde lo más destacable fue la mención de que el Sanatan Dharma es como la miel y que es necesario libar de donde brota el amrita. Adi Shankaracharya, encarnación del señor Shiva, instituyó lo que se conoce como Char Dham. Cuatro lugares de peregrinación, repartidos en los 4 puntos cardinales del subcontinente indio. Cada uno conecta con una era evolutiva o Yuga y a su vez con cada uno de los 4 Vedas.
Al día siguiente, el 8 de abril en la madrugada, nos movilizamos todos al aeropuerto Indira Gandhi de Nueva Delhi. Abordamos el avión que nos llevó a Madurai, ciudad de templos monumentales de estilo dravidiano, ubicada en la provincia de Tamil Nadu. Allí nos esperaban las van que nos transportarían a Rameshwara, Isla desde donde se puede contemplar, si la visibilidad lo permite, a la legendaria ciudad de fundada por Kubera y que le fue arrebatada por su hermano Ravana. Lanka, capital del reino de los Asuras. Donde fue apresada Sita, tras ser raptada por Ravana de forma truculenta en el bosque de Aranya.
Tras chequearnos en el hotel, nos aventuramos a Rama Setu, en el extremo sureste de la isla. Luego de que Hanuman confirmara la presencia de Sita en Lanka y quemara tras su huida gran parte de la ciudad. Rama, Laxman y su ejercito de Vanaras y Osos, tenía frente a sí un inmenso reto. Cruzar el Mar que separaba Bharat de la isla de Lanka. Liderados por el mismo Hanuman, lanzando enormes rocas al océano construyeron un heroico puente de 1,200 kms. de largo por 120 kms. de ancho, según el Ramayana de Valmiki.
Esta gran proeza sólo fue posible por la gracia de Rama, ya que las rocas llevaban inscritas su nombre y por eso flotaban y probablemente se acomodaban para dar firmeza a por donde transitaría el numeroso y poderoso ejército del Dharma. Contemplar junto a la Madre Shakti y el grupo de iniciados esa inmensidad que separa lo que una vez se unió por gracia divina, evoca en el Alma la grandeza de la Luz.
Debido a las corrientes de mar y de gente que se arremolinan en el extremo donde termina la isla, bañarse resultaba tanto peligroso como prohibido. Algo resignados, caminamos hacia los vehículos y emprendimos el retorno hacia el hotel. Transitados unos pocos kilómetros, la caravana se detuvo. Vimos salir a la Madre de la van y como niños en paseo escolar, nos invadió la alegría de la certeza de que no nos iríamos al hotel sin un chapuzón purificador de agua saladísima.
Donde termina la bahía de Bengala y comienza el océano Índico, es probablemente una de las aguas más particulares. El agua es salada y a la vez dulce, densa y ligera, mansa y bravía; de temperatura perfecta, casi imperceptible. Indescriptible con palabras, sin parecer un desvarío. El grupo en pleno se animó, cada cual a su ritmo.
Todos menos Priya, la esposa de Ajay, quien por primera vez contemplaba el océano. Para una nativa de Varanasi, no ver la otra orilla le generaba incertidumbre. No había forma de que se metiera al mar. Hasta que Mataji, de manera amorosamente imperativa le dijo: “Priya, métase al agua”. Sin dudar, obediente y confiada, haciendo de tripas corazón, se metió al mar por primera vez en esta vida. Feliz estaba ella y nosotros la acompañábamos en su alegría. Nadie se quería salir del mar, a pesar de los rayos que lejos anunciaban tormenta, el resguardo, la bendición se vertía sobre nosotros y las sagradas aguas nos purificaban para visitar a la madrugada siguiente el Jyotir Lingam más meridional de los doce.
ONS!!!
Gracias
Muchas gracias por compartir esta bendita experiencia.
Om Namaha Shivaya.
Muy buena tarde desde México.
¡Qué hermoso!, Swami.🧡
Hermoso…
Gracias por compartir.
Leerles es como estar ahí… Será 🙏
Un gran abrazo.
interesante lectura