En medio de fuertes tensiones sociales, donde a veces, tras dudosas proclamas de reivindicación se delatan jóvenes héroes en un supuesto intento de renovar el “staus quo”, resulta esclarecedor observar el fenómeno desde las imágenes que nos proporciona la eterna mitología: aquellas rutas que trazamos como individuos y especie hacia los propósitos del alma.
En la música, así como en los movimientos sociales, jóvenes compositores también han desafiado los cánones estéticos, moldeando sonoridades nuevas, conexiones alternativas, trazando rutas posibles en el eterno viaje del hombre por verse a sí mismo. Sin desdeñar lo anteriormente establecido, ya que, siendo razón y causa de lo creado, jóvenes como Stravisnky y Vaughan-Williams supieron impulsarse sobre vientos de una música nueva, que, para bien, reorientaría la sensibilidad de nuestra psique. Venciendo el orgullo de la hybris, este tipo de heroísmo marca matices diferentes: importantes aspectos de maduración del arquetipo.
Quizás el patrón mitológico más conocido es lo que Joseph Campbell (1964) identificó como “el viaje del héroe”, una aventura del sendero interno representada en 3 importantes instancias alegóricas a tres ritos de paso: separación, iniciación y regreso.“El héroe se aventura desde el mundo cotidiano hacia una región sobrenatural, se encuentra con fuerzas fabulosas y gana una victoria decisiva, regresando de esta prodigiosa aventura con el poder de otorgar bendiciones a su prójimo«.
“Con las figuras protectoras de su
destino para guiarlo y ayudarlo, el
héroe avanza en su aventura”
Joseph Henderson (1964), colaborador muy cercano de Jung, describe los sinsabores de su caída: “Una y otra vez se escucha un relato que cuenta el nacimiento milagroso, pero humilde, de un héroe, sus primeras muestras de fuerza sobrehumana, su rápido encumbramiento a la prominencia o el poder, sus luchas triunfales contra las fuerzas del mal y su debilidad ante el pecado de orgullo (hybris), que desemboca en su muerte.” El peligro acrecentado por la embriaguez estimulada por los vítores de sus coterráneos, le hace al héroe olvidar que la victoria ha sido posible también gracias a sus predecesores.
¿Y por qué no, recrearnos musicalmente en esta aventura? Marilyn Clark (1995) ha compilado como un programa para la exploración de estas instancias. Una propuesta para viajar con ojos cerrados y la visión interna bien abierta.
Inicia el programa con «Minuet and Musette» de Vaughan-Williams, que reproduce fielmente el sentimiento de la persona común, inocente e inconsciente, antes de ser llamada a comenzar el viaje.
Continúa con el Concierto para Orquesta de Bela Bartok, «Elegía», inquietante, con cierto misterio y un sentido de presagio. El primer enfrentamiento ocurre en esta etapa y está representado por un grandioso clímax. “ Con las figuras protectoras de su destino para guiarlo y ayudarlo (a menudo un anciano o anciana), el héroe avanza en su aventura hasta que llega donde el «guardián del umbral» que se encuentra en la entrada de la zona de poder. Más allá está la oscuridad, lo desconocido y el peligro«.
“Este espacio celestial de indescriptible
belleza viene bien representado por
los suaves y etéreos coros del
Réquiem de Duruflé In Paradisum”
Una vez que ha atravesado el umbral, el héroe entra en reinos sobrenaturales, más allá de todo lo conocido, donde debe superar una serie de pruebas. Música que ofrece intensidad y terror ocasionales, resulta lo apropiado. La «Meditación sobre Orfeo» de Hovhannes, proporciona todos estos elementos. En palabras de Clark (1995): “En el mito, Orfeo desciende a los infiernos para liberar a Eurídice de las garras de la muerte. La música podría sugerir un intenso frenesí con imágenes de enjambres de pájaros o torbellinos.”
El punto más crítico se encuentra en el nadir, “…el cenit, o el extremo más extremo de la tierra, el tabernáculo del templo, la oscuridad de la cámara más profunda del corazón«. Es aquí donde se necesita música con un fuerte clímax de energía y movimiento. “La Cabaña con Patas de Gallina” de Mussorgsky, brinda estas características a la experiencia. Representa a Baba Yaga, una vieja bruja con poderes aterradores que vive en lo profundo del bosque en una grotesca cabaña mágica construida sobre piernas de gallina. Una metáfora perfecta del enfrentamiento con las zonas oscuras de nuestra propia inconsciencia.
«La agonía de romper las limitaciones personales es la agonía del crecimiento espiritual …«
La fuente de vida es el núcleo del individuo, y dentro de sí mismo lo encontrará, si puede romper los velos de la distancia.«
Finalmente, el héroe es recibido en la tierra de los dioses. Este espacio celestial de indescriptible belleza viene bien representado por los suaves y etéreos coros del Réquiem de Duruflé «In Paradisum«, transmitiendo el sentimiento de renacer en un nuevo mundo, como un profundo sentido de lo sagrado.
Esta etapa necesita de música triunfal: Finale del “Pájaro de Fuego» de Stravinsky, ofrece estas posibilidades. Se alcanza un clímax y hay una sensación de triunfo absoluto en la música. El cruce del umbral de retorno es la etapa que marca un final, sabiendo que en realidad nada ha acabado, porque el orgullo de la hybris acecha en las sombras interiores.
Fuentes consultadas: · Campbell, J. (1964). The Hero with a Thousand Faces. Princeton, NJ: Princeton University Press. · Henderson, J. (1964) Los Mitos Antiguos y el Hombre Moderno. Ed. Paidos. Barcelona. · Clark, M. (1995). Mythic Joyrney I music program. Copyright pending. Baltimore, MD: The Hero's Myth.)
Aunque no dejo comentarios, siempre los leo. Muchas gracias por sus aportes. Me encantan y escucho todas estas melodías.