Gottfried Wilhelm Leibniz, matemático, científico, diplomático y filósofo alemán, conocido como el último genio universal, nació el 1 de julio de 1646 en Leipzig, Sajonia. Hijo de un jurista y profesor universitario, quedó huérfano a los 6 años. Fue un precoz autodidacta formado en la biblioteca paterna, dominó el latín a los 12, a los 14 ingresó en la Universidad de Leipzig y a los 20 egresó como jurista y filósofo. Tras negarle el doctorado por su edad, presentó su tesis en la Universidad de Altdorf, doctorándose cinco meses después.
Al servicio del príncipe elector de Maguncia, ejerció la diplomacia ante la corte de Luis XIV y el círculo eclesiástico francés. Al fallecer sus protectores, Leibniz continuó sus estudios científicos y filosóficos, inventó una máquina de calcular y estableció las bases del cálculo infinitesimal.
Desde 1676 estuvo al servicio del duque de Hannover como bibliotecario y asesor. Propuso una educación más práctica y la creación de academias, trabajó en numerosos dispositivos mecánicos como una bomba de agua accionada por molinos de viento, lámparas y relojes, realizó observaciones geológicas y formuló la hipótesis de que la Tierra originalmente estaba fundida, creó el sistema binario, base de la computación moderna, y propuso los fundamentos del “análisis situs” (hoy topología general).
Leibniz, Descartes y Spinoza constituyen los tres grandes racionalistas. Desarrolló el concepto de “mónadas” y cómo forman el Universo, y se anticipó a la lógica moderna y la filosofía analítica. Asimismo, fue un autor prolífico y destacan, entre sus obras, “Nuevo método para lo más grande y lo más pequeño” (cálculo diferencial), “Nuevo sistema” (teoría dinámica del movimiento) y “Principio filosófico” (monadología). Gran parte de su vasta producción aún hoy se desconoce y, por tanto, el recuento integral de sus logros.
Miembro de diversas academias, falleció el 14 de noviembre de 1716.