Sw. Vimalanada / SKY Venezuela
Mientras estemos sumergidos en esta realidad proyectada a través de nuestros sentidos, la única vía de sostenimiento y de acercamiento a la esencia original es el ritual, como una suerte de mímesis del evento primordial que deviene en esta existencia.
El habituarse a acertadas acciones para la real evolución nos permite la constante representación de lo que somos sustancialmente, es decir, no evadir el olvido, sino más bien recordar-se a través de lo experimentado día a día.
Sin embargo, a través de milenios de experimentación, el humano ha ido degradando sus formas de conexión con su verdadera procedencia. Se ha olvidado de quién es, por lo tanto, las formas de ritualizarse también se han alejado de su genuina naturaleza. Se ha autoimpuesto costumbres atávicas que no logra trascender por desconocimiento de sí mismo. Marcajes que no cesan de mantenerlo atado a un universo material que lo conmina a repetirse una y otra vez desde el dolor y la castración.
Y mientras la atención mundial se enfoca en el nuevo virus de diseño y de control, hay iniciativas poco promocionadas que impulsan la eliminación de una forma cultural por demás degradante: la mutilación genital femenina o ablación. Esta práctica es definida como “todo procedimiento que suponga la extirpación parcial o total de los genitales externos femeninos, u otro tipo de lesión a los órganos genitales femeninos por motivos no médicos”.
Según Unicef, actualmente más de 200 millones de niñas y mujeres sufren mutilación genital, más de 3 millones de niñas corren el riesgo cada año de ser víctimas de esta costumbre y 30 países de tres continentes distintos realizan esta práctica, especialmente Egipto, Etiopía e Indonesia. Todo esto sigue sucediendo a pesar de que ya se considera internacionalmente un crimen y una violación de los derechos humanos. Más allá de lo que argumentan sus defensores, estamos en presencia de sociedades enfermas atadas a valores ancestrales que en el mundo moderno coinciden con formas de barbarie. La primera es la transgresión de la naturaleza humana.

Asimismo, desde el año 2003 se celebra, todos los 6 de febrero, el Día Mundial de Tolerancia Cero contra la Mutilación Genital Femenina, siendo esta práctica considerada una severa agresión a la integridad física y moral de un ser humano, así como un acto nocivo para su salud integral.
Argumentos en contra de este hecho hay miles, como miles son las razones para no matar, no robar; sino al contrario, honrar y agradecer la existencia propia y la del otro. Y como se ha venido hablando incansablemente en las distintas charlas organizadas por la Escuela Valores Divinos, no es un problema de roles, tampoco de géneros, es un evidente encasillamiento en un bajo nivel de consciencia, que sólo busca perpetuar formas agotadas que ya no aportan a nuestra evolución como especie.
En el ser humano hay una evidente negación de sí mismo, al permitir que, como conciencia colectiva, sigan sucediendo estas prácticas como rituales de transición de un estadio a otro (infancia/adultez), distorsionando un proceso puro y natural, que no tiene por qué contener carga de dolor físico, castigo o maltrato.
Del mismo modo, podríamos decir que «amar al prójimo como a uno mismo» contiene complejas implicaciones que van más allá de una lucha social o una reivindicación de derechos (con todo y lo enaltecedoras que puedan ser estas luchas humanas).
Es deber de todos seguir el trabajo propio, aportar al colectivo desde nuestros despejes kármicos y cambiar lo externo desde lo interno. Es deber de todos seguir ampliándonos para poder integrar. Es justo volver a analizar e impregnar la información que se dispensa desde los pocos Focos de Luz que operan en el planeta. Siempre se recomienda estudiar, las veces que sea necesario, las charlas dispuestas en este Sendero y afinar nuestro entendimiento como seres humanos.
En ese sentido acá se brinda el enlace a una de las charlas que define estos tiempos tan controvertidos: La muerte del Ser Humano Cósmico, dictada por el Swami Shivananda. Una charla fundamentada en las Revelaciones emanadas desde la Conciencia de Mataji Shaktiananda y el Mahavatar Babaji.