LIBERTAD, LIBERTINAJE Y LIBERACIÓN

Hay que admitir que vivimos en medio de interrogantes. Flotamos entre ellas. Siempre ha sido así. Algunos de esos enigmas revestidos con una densidad ontológica, que ni los grandes filósofos y sus respectivos exégetas, son capaces de potabilizar, como no sea apelando a los consabidos recursos discursivos de la retórica. Pero, ¿Qué es la libertad? ¿qué condiciones existenciales hacen que una persona se sienta y sea en efecto libre? ¿es la libertad un derecho, un deber? ¿es sólo una garantía de posibilidades de vida, o también una demanda de carácter y voluntad para ejercerla? ¿nacemos libres o debemos ganarnos nuestra libertad? ¿existe la falsa libertad? ¿es el cumplimiento de nuestros deseos lo que nos hace libres? ¿estamos condenados a ser libres? ¿existe una libertad más allá de lo que la gente cree que es ser libres? ¿…será eso la Liberación?

La historia humana y la libertad

Estas y miles de cuestiones similares han sido el motivo de incontables reflexiones; toneladas de tinta y papel dedicadas quizás al mas solemne de los conceptos, el más glorificado paradigma, que junto al ideal de paz le dio al ser humano un derrotero común en la construcción de una civilización (casi) unificada bajo el ala de la democracia y los derechos humanos.

Por milenios la ideología que gobernó el mundo no fue la de las libertades individuales. Haber nacido en la Europa medieval o en la América colonial era garantía de tener que adaptarse a unos valores impuestos. No se estudiaba lo que se quería ni se pensaba libremente. La educación, el arte, la cultura… todo se tenía que limitar a lo permitido por la Corona o el Vaticano, por no irnos incluso siglos atrás para ver casi lo mismo.

Sin embargo, hace un par de siglos, por devenires históricos que no hace falta recordar, la libertad individual se erigió como valor social fundamental en casi todo el mundo. Dignidad humana, democracia representativa, equidad… fueron y son bastiones de la Modernidad. Así se forjaron las bases del sistema demócrata y liberal occidental, que, aunque imperfecto también es el que estadísticamente ha sido menos violento colectivamente en miles de años (Harari, 2018).

… y es que fue justamente en el concepto de libertad donde germinó uno de los mayores males de lo que sería la posmodernidad, y que décadas después supondría uno de los capítulos de la historia de nuestro colapso como especie.

Filosofía y espiritualidad, la debacle del libertinaje

Así, resulta que cuando se firmó la Carta de los Derechos Humanos o la Constitución de los Estados Unidos (una de las primeras constituciones del mundo) los grandes filósofos de la época como Rousseau, Hobbes o Locke, entre otros, no alcanzaron a ver lo que Siddhartha Gautama, el Buda, ya había advertido hacía más de dos milenios. La liberalización de la sociedad y el principio de las libertades individuales dio paso al libertinaje.

Así, la conciencia humana, en bajos niveles de conexión espiritual y con una alta dependencia a la satisfacción de los sentidos, condujo su libertad personal al desafuero. Hace menos de 100 años el auge de ciertas tecnologías y medios de comunicación implicó una aceleración en todo sentido. Y es que, si esa revolución nos hubiera encontrado habitando un elevado estado de conciencia, probablemente se hubiera catalizado un salto cuántico global. Pero la verdad es que al seguir apegados a luchas de poder y de autocomplacencia, la tecnología ha acelerado cada vez más nuestra inconciencia, con consecuencias ya irreversibles.

Deseos de toda índole, pocos nobles y otros depravados, han sido satisfechos por la posibilidad de ordenar bienes a distancia, tener servicios digitales, contar con medios de difusión masiva, etc. Nuestro principio de libertad social ha sido empleado para justificar la carrera de satisfacer deseos a niveles insólitos que ya normalizamos. Y eso hizo tanto daño que ahora no sabemos retroceder. Hoy por hoy somos tan adictos al placer y tan dependientes de las comodidades que tenemos, que los estilos de vida de antaño -más simples y plenos- que tuvieron nuestros ancestros no nos interesan.

Nirvana es Liberación

El Buda había descrito en sus 4 nobles verdades cómo el deseo es causa del sufrimiento y cómo el desapego y la rectitud ofrecerían una vía para la liberación. Enseñó el valor del silencio y el camino disciplinado de la meditación. Pero luego más de 20 siglos de sabiduría fueron olvidados rápidamente en 2 o 3 generaciones de personas que crecieron con la bandera recién confeccionada de la ambición materialista y del “progreso”.

Ahora bien, el hecho de que ya nos hicimos de un mundo moldeable a nuestro antojo y lleno de comodidades se convirtió en una trampa para el alma. Pero es que la libertad nunca fue el problema: que el ser humano hubiera querido llevarla al libertinaje es responsabilidad nuestra.

Si tan solo profundizáramos en nuestra historia, la que llevamos en la sangre y en nuestra genética, encontraríamos las claves antiguas de la elevación, así como lo hizo el Buda y todos los Maestros espirituales antes y después de él. Quizás por eso solo queda buscar que el paradigma de la Liberación (Moksha, Nirvana, Samadhi…) pueda volver a ser una realidad en la conciencia. Por lo menos en la nuestra, la propia, sobre la que aún tenemos libertad.

Bibliografía:

Sapiens, de animales a dioses. Harari, Y.

21 lecciones para el siglo XXI Harari, Y.

Homo Deus, una historia del mañana. Harari, Y.

Discursos del Buda. Fuentes varias.

Enseñanzas de la Escuela Valores Divinos, Mataji Shaktiananda y Babaji.