El razonamiento y aprendizaje son características inherentes al ser humano que lo diferencian de las demás especies del planeta, y que son potenciadas con cualidades como la inteligencia, la autoconsciencia y adaptación para sobrevivir más allá de su naturaleza, desde donde crea la cultura. Así se va configurando su presencia y evolución en el planeta, la cual se remonta milenios atrás y cada período en mayor o menor medida ha conllevado avances y retrocesos desafiando su permanencia y proyección dentro del universo creado.
Para nuestra historia reciente, los períodos que agrupan los principales hitos de la dinámica humana comprenden la era contemporánea (desde 1789 hasta la actualidad) y la moderna (1492-1789). Estos períodos brindan un encuadre de ciertos sucesos – especialmente para occidente- de carácter político, económico y social, determinantes para ajustar desbalances que han impedido a la humanidad desarrollar su potencial sin afectar a otros, partiendo de los derechos que le son inherentes de manera natural, es decir por el hecho de ser humano.
Uno de estos desbalances se reconoce claramente en los modelos hegemónicos fundados en ideas del origen divino de la autoridad de gobierno y poder absoluto de los monarcas que determinan formas de regular las dinámicas en diversas sociedades, que fueron contrarrestados con la emancipación de colectivos intelectuales y sociales en la llamada Ilustración, argumentando que la razón inherente a la naturaleza humana, le otorga al hombre la capacidad de entender cómo gobernarse en sociedades con autonomías.
Es justamente en 1789 en el marco de la Revolución Francesa cuando se concreta un primer hito con el pronunciamiento contenido en la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano, buscando revindicar los derechos inherentes a la condición humana o derechos naturales, que anteceden a los derechos civiles y políticos, que esta declaración promulga, siendo determinantes la libertad, dignidad, igualdad y justicia, entre otros; llevando lo anterior a la necesidad de establecer un orden institucional para asegurar que lo acordado como sociedad se regule, dando paso a la creación del Estado como ente colectivo superior que representa a los individuos.
Luego de 159 años y tras la Segunda Guerra Mundial, tiene lugar la entrada de una nueva generación de derechos denominados económicos, sociales y culturales bajo acuerdos entre estados miembros de la Organización de las Naciones Unidas, ONU. Se adoptó, el 10 de diciembre de 1948, la Declaración Universal de los Derechos Humanos como una segunda cuota a lo que en años siguientes se desarrolla como el régimen internacional de los derechos humanos integrado por pactos, protocolos, convenios y tratados de diversa índole. En esa nueva visión destacan, entre otros, el derecho a la libre determinación de los pueblos, derecho internacional humanitario, derechos del niño, derechos de pueblos indígenas y tribales.
En este trayecto, hasta hoy, se ha instrumentalizado esa idea de Estado mal entendido como fin, sabiendo que es solo un medio, conllevando conflictos y guerras que han dejado desolación, retroceso y deshumanización. Nos ha sido heredado un debate ideológico entre la tradición conservadora-religiosa, la filosofía liberal democrática y la denominada izquierda; instancias de pensamiento que representan los diferentes enfoques acerca de cómo debe funcionar una sociedad, que no se permiten considerar alternativas diferentes a sus postulados.
Estas ideologías se han atrincherado y acorralado la imaginación desde el control y miedo que cada uno impone, limitando a la humanidad para alcanzar nuevos estadios de interacción que nos permitan pasar a reivindicaciones mayores, que nos coloquen en debates reales sobre lo que atañe a la amenaza que enfrenta el hombre para ejercer su existencia como ha sido concebida desde su origen.
Esta inacabable discusión, acerca de los derechos, evidencia la brecha de conciencia que la humanidad contiene como colectivo y que solo se puede revertir individuo por individuo, no solo desde el ejercicio de derechos sino con el balance que otorga el cumplimiento del deber. Primero hacia uno mismo y luego hacia los demás, para configurar quizás una nueva lógica-razón que supere paradigmas y explique en su esencia al ser humano cósmico, ese que se asume, se conoce, reconoce y proyecta cabalmente desde la pura luz que ES.
Fuentes consultadas: Roth D. André-Noël, Discurso sin compromiso. Editorial Aurora, 2006
El tema plantea un debate ideológico entre las distintas corrientes de pensamiento que son hijas de la ilustración. Vida, libertad, igualdad y propiedad son los principios generales pero las ideologías interpretan estos principios de manera distinta y es allí donde se origina el conflicto. Se debe mirar la esencia y evitar la te tentación de la igualdad material que resultar una utopía. La libertad también tiene tratamientos distintos y en consecuencia tiene valoraciones distintas a partir de la manera en que interpretamos la igualdad. El Estado es a su vez una ficción que nos permite organizarnos y lo que se requiere es buscar el modo en que ese concepto o esa ficción organizativa debe ir evolucionando sin que ello implique el abandono de su razón de ser. El poder que se delega en gobernantes es para cumplir con la voluntad o designios de los gobernados y no para imponerles líneas de pensamiento El ejemplo más claro es el mandato que un particular da a su abogado quien trabaja en función de los intereses de su mandante y no de los suyos propios. Es un tema complejo pero creo que para atenderse de manera correcta debe evitarse la tentación de preconcebir algo distinto y en su lugar tratar de que aquello que tenemos funcione mejor en pro de cada individuo.
Claramente
ONS. Respecto a la frase: «El razonamiento y aprendizaje son características inherentes al ser humano que lo diferencian de las demás especies del planeta», habría que tomar en cuenta que no lo diferencias de todas, sino quizá de la mayoría. Los delfines y las ballenas, como seres originalmente de planetas acuáticos del sistema de Sirio, tienen un razonamiento, percepción y aprendizaje más allá de lo que el ser humano (en un promedio de dos hélices de ADN activas) tiene.
La intención es no sentirnos, incluso dentro de este planeta, ni los más inteligentes, ni los mejores seres que lo habitamos…
Creo entender que el colofón en esta colaboración es que el Ser en su vastedad no puede ser contenido en las luchas del poder o en el catálogo de derechos humanos. Absolutamente cierto.
Pero me gustaría matizar con la premisa que es en las sociedades que asumen las garantías que ya nos son inalienables, intransferibles las personas tendrán un piso parejo en la búsqueda de su felicidad.
Sabiendo cómo sabemos que los caminos del alma son misteriosos.