Klaus Kinski, actor, director y guionista germano-estadounidense, nació como Nikolaus Günther Nakszynski en la ciudad libre de Danzig, hoy Polonia, el 18 de octubre de 1926. De padres alemanes, vivió su infancia en Berlín, en precarias condiciones económicas. Sirvió en el ejército nazi y fue hecho prisionero por los británicos, en cuya condición aprendió inglés y participó del teatro improvisado para entretener a los prisioneros.
Gracias a una dicción impecable y una pasión poco común, comenzó a hacerse conocer con monólogos de Shakespeare y Villon. Trabajó con directores alemanes con quienes aprendió teoría de la representación y se acercó al teatro de la crueldad. Considerando que el cine era más rentable, debutó en 1948 y participó en innumerables películas, desde “Doctor Zhivago” hasta Spaghetti Westerns, alcanzando cierto renombre por sus roles de psicópata y demente.
Kinski tenía mal carácter, era irascible, adicto sexual, de una coprolalia irrefrenable, muy conciente de su talento y su gran ego despilfarraba actitudes de divo, sembrando enemigos por doquier. Unos de sus mejores trabajos los realizó junto al director Herzog, con quien sostenía una relación de amor-odio que resultó en recíprocas amenazas de muerte y en importantes filmes como “Nosferatu”, “Aguirre, la cólera de Dios” y “Fitzcarraldo”. Se dio el lujo de rechazar a directores como Fellini, Truffaut, Pasolini, Visconti y Spielberg.
En su última película, “Paganini”, también debutó como director y guionista, la cual era originalmente una miniserie para la televisión italiana y terminó siendo un caótico largometraje teñido de la personalidad de Kinski y un completo fracaso.
Murió en California el 23 de noviembre de 1991.