Lo que importa es lo buena que sea tu vida, no cuan larga sea. Y muchas veces, que sea buena, depende de que no sea larga (Séneca)
El gran dilema médico frente a un paciente de mal pronóstico, con una enfermedad incurable y refractaria a todo tratamiento es interrogarse si a ese ser humano es necesario prolongarle la vida o prolongarle la agonía. Vital es que el paciente debe saber que se está muriendo y la negación de la realidad no la cambia. Existe un miedo colectivo a la muerte por temor o ignorancia, al no saber lo que existe más allá de esta vida.
Actualmente la medicina está centrada en la enfermedad y por tanto en el cuerpo. Se ha perdido el objetivo de ejercerla desde principios y valores éticos y espirituales. La ciencia medicaliza la vida y al hacerlo desvitaliza el valor de la vida misma. Esencial es retomar el concepto de cuidar y acompañar. Actualmente el único objetivo es curar, con esto se está olvidando de la dimensión trascendente inherente a cada ser humano. El objetivo es hacer una medicina humana y espiritual comprendiendo la esencia del Ser y al mismo tiempo la vulnerabilidad del cuerpo físico.
La última etapa de esta encarnación no es un fracaso a evitar ni es un problema a resolver. Cuando la enfermedad no se puede tratar lo más importante es acompañar a la persona, no a la enfermedad. El peor sitio para desencarnar es un hospital con prácticas de obstinación terapéutica, deshumanizando un momento sacro que debería empezar con comunicar al paciente la verdad de lo que le está ocurriendo. Hacerle propietario del tiempo que le queda.
Una buena muerte puede dar sentido a una biografía. Al acercarse el final de esta vida, lo correcto es que se lo haga sin el estrépito de una tecnología que consigue dar más horas de vida, pero se corre el riesgo de abandonar el planeta con un paisaje lleno de tubos, vías de administración, mascarillas y monitores, que constituye el ensañamiento terapéutico, práctica por demás antiética.
La ciencia explica el mundo físico desde un modelo racionalista. Cree en lo tangible. Lo intangible no es científico. Tiene que abrirse a integrar el tema de la consciencia. Para explicar la materia no se puede obviar la conciencia como si fuera un subproducto de la mente. La ciencia debe reconocer que somos conciencia y desde ahí se construye toda la realidad visible e invisible.
Trascender esta vida abre a otra dimensión cuando se ha logrado responder a las grandes preguntas de saber quién soy y para qué he venido. Lo que da el verdadero significado a la existencia, conocerse y aceptarse es el principio para acceder a otro plano de conciencia.
La mayor parte de la vida se vive para el “tener”, acumular bienes materiales, títulos profesionales, viajar por el planeta, ser reconocido en el entorno. Esto es un estorbo a la hora de partir. Transitar un camino espiritual, conduce con esperanza de que todo lo que sucede es perfecto, y se debe recorrerlo desmoronando lo mal aprendido y deslastrando insensatez e inmadurez.
Por todo lo expuesto Mataji Shaktiananda nos recuerda: “Porque si respiras, debes vivir. Si vives debes contemplar tanto, porque no sería suficiente que apenas te asomes a lo que tu vida es”.
(Meditación 17/1/24)