“La vida es lo que se nos pasa mientras estamos haciendo planes”
John Lennon
La vida no es una promesa, todo lo contrario, es un desafío. El futuro como resultado no está garantizado en ningún plano evolutivo ni sellado en pacto alguno. La cualidad de “óptimo” o de “pésimo” no se puede proyectar con seguridad a un terreno inexistente, no se puede predecir con toda certeza. Nos corresponde optimizar la acción en el aquí y el ahora, pues tanto el pasado como el presente están fuera de nuestro dominio.
Si bien nuestras acciones actuales determinaran las reacciones por venir, a esto concurre una complejidad de factores externos e internos adicionales de todo tipo, principalmente la convivencia e interacción en este campo experimental con los demás seres vivos.
El fruto esperado para el tiempo de cosecha dependerá de la calidad de las semillas, la preparación de los terrenos, la bonanza del clima, los cuidos, las técnicas y el conocimiento, sin embargo, numerosos factores externos e imprevistos podrían presentarse y arruinar la expectativa. Los resultados solo se verán al momento de la recolección, nunca antes, para entonces será un nuevo presente.
Llegar a destino en un viaje no está garantizado, pues no lo determina el solo hecho de habernos embarcado en la dirección y con el medio correcto, se trata de un futurible, es decir una posibilidad a la que estamos apuntando, que a su vez podría lograrse o no, pues en realidad depende de muchos factores más, empezando por nosotros mismos y nuestra vulnerabilidad. Ser pesimista no es pensar que no llegaremos a la meta, o que algo malo sucederá, es no ser conscientes o asertivos en nuestros propios movimientos en el presente.
Ser pesimista es habitar en el mundo de las limitaciones y no en el de las posibilidades, es no cumplir a cabalidad lo que nos corresponde hacer, bien sea por ignorancia o por desidia, ser pesimistas es cerrarnos las puertas y nosotros mismos, botar las llaves. O en términos deportivos, no competir en la carrera de obstáculos. Optimista es todo lo contrario, es abrirse al libre albedrío, a la elección en el menú de posibilidades que se presentan, es jugarse la vida, decirle que sí.
En este orden de ideas el optimismo y el pesimismo corresponderían al aquí y al ahora, a esta realidad, no como lo hemos venido conceptuando. El futuro en cambio, es el terreno de la expectativa o de la esperanza, que son dos cosas distintas.
La expectativa es lo que se pronostica al trazar un plan, o el resultado que se prevé después del cumplimiento de ciertas acciones y observaciones. Sin embargo siempre podría derrumbarse, lo hemos escuchado decir: Dios ríe cuando el hombre hace planes.
Pero no significa que no los debamos hacer, no significa que no debamos trazar rutas o hacer mapas, andar a ciegas. Por el contrario, debemos dominar perfectamente el método para el logro de nuestros objetivos, utilizar el cálculo, aplicar la lógica, valernos de las estadísticas para trazar proyecciones etc. En esto debemos ser absolutamente optimistas, pues le llevó a la evolución millones de años lograrlo.
Lo que cae en el campo de la fantasía es hacernos dependientes del éxito o fracaso del resultado que se obtenga, lo que genera desdicha y frustración por un lado o exaltación del mérito propio, ambos asociados al deseo y al apego, que son manifestaciones puras del ego. Ya lo refiere Krishna en el Bhagavad Gita, o Canto del Bienaventurado, texto incluido en el fabuloso relato épico hindú El Mahabharata: “Tenemos derecho al trabajo pero no a los frutos”. Solo somos dueños de nuestras propias acciones.
Por otra parte, las visiones, las premoniciones, las profecías, las predicciones, las adivinaciones, aunque utilizan herramientas en las que interviene el intelecto, como por ejemplo en la Astrología, el Tarot etc. pertenecen al campo de lo extrasensorial, de lo intuitivo. Los oráculos discurren por medio de una conexión de frecuencias en tiempos y espacios distintos. Las profecías pueden adelantarse a hechos negativos o positivos, pero no podrían calificarse de optimistas o pesimistas, de ser así serían visiones de deseos o temores meramente humanos, adivinar o adivinarse pareciera indicar la acción de hacerse a lo divino.
La ley del Karma, causa y efecto, que es el sexto principio enunciado por Hermes Trismegisto en el texto conocido como El Kybalión, y el cual contiene los siete principios o leyes que sustentan el universo, se cumple de manera inexorable, sin embargo no escapa de otra ley muy por encima de todo cuanto existe, toda regla tiene su excepción, es allí donde interviene una Voluntad Superior, la Gracia Divina, El Amor, o en términos del cristianismo, la piedad, la expiación, la redención y el perdón.
En nuestro enfoque, la esperanza es la intuición de la eternidad, sorprendentemente habitamos en ella, la vida es un eterno y cambiante presente, Zen.
Para despertar en esta verdad, nuestra configuración humana, a imagen y semejanza de Dios, contiene un portal, que, según los Rishis, sabios depositarios y trasmisores de la consciencia universal, se ubica en el centro del cerebro y se proyecta a nivel del entrecejo, al que se le conoce como Tercer Ojo, que en conexión directa con el chacra del corazón, sol y luz de nuestro cuerpo, nos hace “creer para ver”.
La expectativa siempre está levantada sobre cimientos vulnerables, puede caerse, pero la esperanza es lo último que nos queda, vuela y se marcha con la exhalación final, somos nosotros mismos.
El verdadero secreto para la optimización de nuestra vida entra y sale con la respiración consciente. En estado de depresión hay una baja considerable en el nivel de energía que obtenemos de la respiración, por eso aplica la fórmula “Frente al desaliento, aliento”. La inspiración y la aspiración van de la mano. El impulso al nacer, pujo de la madre en la espera del primer llanto de su bebé. Ese deseo natural o impulso de vida, es esperanza. El picoteo del polluelo para lograr salir del cascarón está movido por la esperanza. La esperanza viene arraigada en nuestros sueños ancestrales, es nuestra fe es nuestra intuición, y se vive en el presente, es percepción que captura la eternidad.
El aliento conductor es el hilo de Ariadna, es el camino, la verdad y la vida, el principio y el fin en nuestra existencia. Aliento Divino. Soplo de Vida.
Somos del mundo sin ser del mundo , apegados a tantas conceptualizaciones de vida y de destino que olvidamos el eterno y cambiante presente como bien lo manifiesta en el artículo. Tal vez logremos la verdad porque la sabemos pero vivirla he ahí la complejidad
Gracias por tan importante reflexión y contenido de luz.
Me gustó la similitud entre las creencias orientales Zen, y las occidentales Cristianismo respecto del concepto de Amor, piedad, expiación, redención y perdón. El presente cambiante en la eternidad
Maravilloso, como siempre. Cada artículo es un aporte inmenso para mi. Especialmente este de hoy. Confirmar una y otra vez la relevancia de algo tan simple como la respiración para volver al centro, al equilibrio, a la esperanza.
Gracias por estos momentos de reflexión en estos tiempos que vivimos.