Santa Teresa Benedicta de la Cruz, filósofa, mística, religiosa carmelita, mártir y santa alemana de origen judío, nació como Edith Stein en Breslavia (Breslau), Imperio Alemán, el 12 de octubre de 1891. Fue una niña superdotada, entre las primeras de la época que estudió bachillerato y fue a la universidad. Convencida de que “estamos en la tierra para estar al servicio de la humanidad (…) debemos hacer aquello por lo que nos inclinamos”, estudió lenguajes indoeuropeos, teatro griego, historia y fue una de las primeras mujeres en doctorarse en Filosofía, siendo discípula y colaboradora de Husserl.
Desde su adolescencia fue docente y defendió los derechos de las mujeres. Durante la Primera Guerra Mundial trabajó como enfermera y tuvo sus primeros acercamientos a la religión católica, que la marcaron profundamente. No le encontraba sentido a la vida hasta que leyó a Santa Teresa de Jesús, convirtiéndose al catolicismo. Su vida litúrgica era compartida con su vida cultural, la que incluía enseñar, escribir y conferenciar.
Al ascender el nazismo al poder le fue prohibida la docencia e ingresó a la Orden de Santa Teresa en Colonia tomando el nombre de Teresia Benedicta a Cruce. Escribió sobre la oración y sobre el Carmelo, produjo su gran obra “Ser finito, ser eterno”, así como la inconclusa “La ciencia de la Cruz”, de una belleza y profundidad a la altura de Sta. Teresa de Jesús.
Para su protección, fue transferida al convento de Ech, Holanda, pero con la invasión alemana es deportada a Auschwitz el 9 de agosto de 1938 y llevada a la cámara de gas.