Por Sw Adiananda | SKY Ecuador
Ante la pregunta de si ¿puede la tecnología resolver en la actualidad todos los problemas de la humanidad? Resolver, por ejemplo, la desigualdad social, la desconfianza con el otro, la falta de ética, del respeto a la vida, la agitación política, las injusticias, entre otros grandes temas. ¿Puede el Nuevo Orden Tecnológico -producto del actual Sistema Mundo-, bajo el control de la Matrix, resolver los grandes problemas del mundo? La respuesta tácita podría ser un No rotundo, pero la realidad es mucho más compleja.
La tecnología contemporánea soluciona problemas para las diversas sociedades humanas, con eficiencia y velocidad como nunca antes en la historia. Puede ser positiva, cuando en ciertos casos nos referimos a la producción de alimentos, salud, internet, comunicaciones, redes sociales. También ofrece las novedades de los sistemas de información, el adelanto educativo, y apoya al desarrollo científico, pero, muchas veces es dependiente de combustibles fósiles, con los problemas sociales y ambientales que conocemos.
Le tecnología ha hecho posible el desarrollo y crecimiento de la inteligencia artificial y la robótica -que ya se vislumbraba en la ciencia ficción, y en las proyecciones de Asimov- hoy ya una realidad: robots humanoides. Admirábamos el futurismo y la muestra de la inteligencia artificial en la película de ciencia ficción de Stanley Kubrick de 1968, 2001: Odisea del espacio, la nave que lleva a los astronautas a Júpiter, está dotada de una computadora de última generación. La ciencia ficción, el cine, la literatura y el arte, nos abrieron la mente, y sin duda, tiene un lugar especial la película Interestelar (2014).
La tecnología sin embargo tiene sus paradojas. El mundo ha sido moldeado según el ensayista y biológo judío Jared Diamond a partir de las “armas, los gérmenes y el acero”. Hoy cabe añadir que los gérmenes o virus pueden ser creación humana (léase Coronavirus). La sociedad contemporánea puso su confianza en el progreso material, la modernización y la tecnología, a raíz de la revolución científica, que permitió el surgimiento de la civilización Occidental.

A pesar del gran avance del conocimiento -que no de la sabiduría- y de las tecnologías, se produjo a inicios del siglo XXI, un colapso de la sociedad mundial, a raíz de la pandemia del coronavirus o Covid-19. Que no es más que el corolario de una sociedad enferma, que había “enfermado” y contaminado el planeta
El paradigma cientificista y tecnológico, apunta ciertamente hacia una dirección, pero, podemos buscar otras respuestas, apuntar hacia otras metas. Hacia allí se dirige la propuesta de Eduard Punset: “La humanidad debe cambiar de mentalidad”, leemos en su libro, El viaje a la vida, más intuición y menos Estado (2014) y la clave está en la intuición, en la creatividad, en la capacidad de interiorización. Propone que analicemos qué nos pasa por dentro, y recordar que somos “polvo de las estrellas”, recordar quiénes somos, y que si cambiamos podemos manejarnos mejor en la vida.
Pero, ¿cómo cambiar de mentalidad? si el sistema y la civilización occidental buscan su reproducción, su replicación, asegurando, por ejemplo, que la educación en todos los niveles, se justifique por su capacidad de mantener el statu quo, como el Plan Bolonia (1999) para la Educación Superior, que mercantilizó la educación pública y quitó espacio para las Humanidades.
Ya la voz de Rabindranath Tagore (1917), hablaba del peligro del cientificismo y del comercio, que podía causar “el desequilibrio moral del hombre”, bajo la sombra “de una organización sin alma”.
En América Latina, el Foro Social Mundial-Porto Alegre, apuntaba hacia una propuesta alternativa al paradigma actual, que frente a la tecnología y al capital, ofrece valores como la autenticidad, la ubicación, la historia, la cultura, la memoria colectiva y la tradición (Harvey, 2009). Otra propuesta muy interesante, es la del científico e historiador de las Ciencias, Morris Berman (1987) quien afirmaba, que la visión científica del mundo no puede sostenerse más, ya que ha producido la ruptura de “la continuidad de la experiencia humana y la integridad de la psiquis humana”.
Al mismo tiempo, casi ha conseguido arruinar por completo la única esperanza, al menos así me parece a mí, que yace en el reencantamiento del mundo”. Propone caminar hacia una visión y concepción holística y participativa, un cambio de mentalidades y de estilos de vida, de ética y dejar de lado el “paradigma de la era industrial”, o “paradigma cartesiano” que es la causa de que vivamos “en ese mundo triste, cientificista, completamente controlado, sombrío, de los reactores nucleares, de los microprocesadores y de la ingeniería genética”.
Ese mundo del que habla Berman es parte de la Matrix, que mantiene al Hombre dormido, vendiendo al sistema su energía o trabajo en un interminable carrusel.
La Matrix hoy lo sabemos, supone un envoltorio de más oscuridad. La tecnología es en parte (y quienes apuestan por ella) la que nos mantiene hipnotizados, fragmentados y aislados de la Luz y del Ser. Las sociedades posmodernas y tecnológicamente avanzadas, en la visión hiperrealista de Baudrillard, no nos permiten distinguir entre la realidad y la fantasía, y en lugar de ser actores de nuestras vidas, los individuos nos convertimos en sujetos, que miran al mundo a través de lo que los medios de comunicación, los video juegos y las redes sociales, quieren mostrarnos, así a través de la tecnología, e inmersos en ella, los colectivos humanos pierden su capacidad de conciencia.
¿Cuáles serán los retos de los seres humanos que han sido vapuleado a través de una tecnología hipnotizadora en sus impensables dimensiones? Si el mundo post- Covid-19, para muchos presenta una desesperanza, no debemos formar parte de esta corriente, debemos buscar el cambio y la transformación.
Ese cambio nos llega a través de las Enseñanzas de una de las importantes Escuelas de desarrollo de Conciencia, la Escuela Valores Divinos, y su Maestra Mataji Shaktiananda, quien el día del Gurú Purnima del 5 de julio del 2020, afirmó que no deberíamos sostener una visión apocalíptica del mundo, que no deberíamos formar parte de los temores colectivos. ¿Acaso se está acabando el mundo? La pregunta debería ser más bien ¿Qué se le está acabando al mundo? “No te preguntes más, ¿cuándo se acabó el mundo? que ya se acabó hace tiempo, lo que más se ha acabado es la Paz, y no solamente se han acabado los recursos, sino se han acabado los Principios”.
La Maestra también sostuvo: “Siempre habrá y hay más, sobre todo en el interno humano, sobre todo quien tiene el propósito firme y el principio de amor inagotable”. “Desde lo que ERES jamás vas a acabarte”. Eres una sutil latencia del SER infinito, ni permitas, ni sientas que algo o alguien pueda acabar con eso”. ¿Qué más Esperanza?
El sistema de ahora ya que por mucha tecnología hay mucha desigualdad y desunión de los miembros familiares ya que no sabemos manejar adecuadamente las redes sociales para un bienestar o ayuda comunitaria