
Cierro los ojos y estoy sentado en el templo, mirando a la entrada y al altar, alternativamente. Estoy en el Ashram de Ma, en Varanasi. Estoy solo, voy a meditar …. O acabo de terminar. Hay una agradable, silenciosa y envolvente penumbra. Me siento en paz y, al mismo tiempo, rebusco en mi mente, en mi memoria, en mis células, por qué todo me resulta tan agradablemente familiar.
Cierro los ojos y estoy sentado en el templo; las luces están todas encendidas y el altar iluminado. Ma está sentada en su lugar y Shivananda en el suyo; presiden Babaji y Ganesha. Estoy rodeado de todos mis compañero/as de viaje. Siento alegría y un gozo íntimo.
Cierro los ojos y estoy caminando por las callejuelas que conducen al Ashram; voy sorteando las bostas y la basura mientras esbozo una sonrisa interior. Creo que se debe a que no siento enfado ni molestia alguna por este “espectáculo”, al contrario … ¡cómo lo disfruto!¡Qué extraño lo que siento!. Hay mucha gente, las miro y percibo su carácter pacífico. Todo es muy ruidoso … y pacífico al mismo tiempo. Sigo en Varanasi.
Cierro los ojos, y estoy paseando por templos y espacios milenarios. Y siento que, en cada templo, con cada ofrenda, en cada meditación, recibo como pequeñas y sutiles iniciaciones otorgadas por las presencias invisibles que aún habitan y protegen esos lugares tan sagrados. ¡Qué regalo! ¡Cuántas bendiciones!
Cierro los ojos y pienso una y otra vez lo magníficamente que Ma, con la ayuda de los Maestros y de su gente más cercana, ha organizado este largo viaje de tal manera que el tiempo fluye imperceptiblemente. Es como si estuviera en una burbuja espacio-temporal donde todas las cosas SON, simplemente SON. Y me siento feliz y agradecido.
Cierro los ojos, y 33 días en India han sido un suspiro maravilloso, colmado de bendiciones, de gratitud, de humildad y de amor. Ya te echo de menos. ¿Te volveré a ver? Lo anhelo. Te anhelo.
Creo que esta ha sido una descripción de los recuerdos de mi alma, aquellos que han quedado impregnados en un lugar distinto al lugar donde se graban los recuerdos más habituales. Evidentemente tengo muchos, muchos más recuerdos, pero creo que son de otro orden, de un orden más “terrenal”.
Y lo justo sería hacer una consideración de cómo empezó para mí esta aventura. Cuando leí la propuesta, en principio ni me lo planteé; al comentárselo a mi esposa fue ella quien me dijo, “Y vas a ir, ¿no es cierto?”. Y algo en mí se activó y me dije “¿Por qué no? ¿Quién sabe cuándo podría ir de nuevo?¿Un mes con Ma? ¡Qué oportunidad! ¡Qué bendición!
La llegada a India no pudo ser más peculiar. Nos estrenamos (viajé con el Swami Muniananda, Santi) con un “cheated”, un tremendo engaño del taxista y sus cómplices, quienes nos hicieron creer que no podíamos quedarnos en Delhi por las revueltas de los musulmanes, y acabamos aquella noche en Agra, gastándonos casi 500$ más de lo previsto. Lo interesante de esta experiencia es que la viví con tranquilidad y hasta con una sonrisa en los labios cuando la recordaba o hablaba de ello. Por lo tanto, lejos de vivirlo como una mala experiencia, lo recuerdo más como una bendición que me otorgó el alma de esa tierra.
Grosso modo, siento que la primera parte del viaje, en Rishikesh, constituyó un aspecto preparatorio y necesario, además de importante del viaje, para lo que vino después: Varanasi. Cuando pienso en India, me vienen a la mente sus calles, especialmente la del ashram, y nuestro ashram muy especialmente, por encima de todos los recuerdos; la casa y el templo del muy bendito Lahiri Mahasaya, con el majestuoso Babaji en su interior; recuerdo el río, sus gentes, mi estado de quietud en general. ¡Y justo ahora, mientras escribo, caigo en la cuenta! ¡Estaba como en trance todo el tiempo! ¡Claro! Ahora entiendo lo de esa quietud permanente. Bendito Shiva!
Cuando pienso en India pienso en Varanasi, en el templo de nuestro ashram, en nuestros paseos por sus calles, en las visitas a Vishwanath, a Hanuman, y a tantos otros … Pienso en los Satsangs con Ma, en cómo su presencia y compañía diaria me mantenía conectado.
Añoro los paseos por el río y sus Gaths: añoro los fuegos diarios con Ma. Te añoro tanto …
Sí, definitivamente siento que es “buena cosa” eso de partir de este plano desde Varanasi.
Gratitud y amor infinito, Ma. Gratitud y amor también para los Maestros inmortales: para el impresionante e impagable trabajo de Shivananda. Y la dedicación, entrega y amor de todos quienes hicieron posible este viaje. Amor eterno.
Y parece que esto fue ayer…Ojalá siga esta misma condición en ti al cerrar los ojos y evocar tu paso por aquel lugar especial tatuado en tu alma.
Om Namaha Shivaya