Georgia O’Keeffe, pintora y educadora estadounidense, nació el 15 de noviembre de 1887 en Sun Paraire, Wisconsin. De ascendencia irlandesa y húngara, creció en la granja familiar y estudió en la escuela local donde empezó a recibir clases de arte. Asistió al Instituto de Arte de Chicago y luego a la Liga de Estudiantes de Arte en Nueva York, destacando en el realismo imitativo al ganar el premio en 1908.
Trabajó como ilustradora comercial, se dedicó a la enseñanza en Virginia, Texas y Carolina del Sur (1911-1918) y continuó estudiando arte durante los veranos con Alon Bement y luego con Arthur W. Dow, quien la entusiasmó con su enfoque modernista: los temas de un artista deben ser sus propias ideas y sentimientos, manifestados armoniosamente por líneas, colores y el notan, sistema japonés de manejo de luces y sombras.
O’Keeffe buscó esa expresión personal y recurrió a la abstracción, trascendiendo a Dow y emergiendo como uno de los pocos modernistas innovadores en sus creaciones. En 1916 varios de sus trabajos llegaron a las manos de Alfred Stieglitz en Nueva York, quien, impresionado, los exhibió colectiva e individualmente en su Galería 291. Stieglitz fue un asiduo promotor del arte de O’Keeffe hasta su muerte (1946).
Su temática frecuente comprende imágenes simplificadas de elementos naturales (rocas, flores y hojas), algunas en gran formato como ampliadas por una lupa. En Nueva York pintó paisajes urbanos y rascacielos con horizontes, en Nuevo México los áridos paisajes visitados con cráneos animales y flores, miró por la ventana de un avión y pintó cielos y nubes.
Supo administrar su trabajo y vivir de él. Fue miembro de academias estadounidenses y recibió distinciones como la Medalla Presidencial de la Libertad.
Reconocida como “la madre del modernismo estadounidense”, falleció el 6 de marzo de 1986 en Santa Fe.