La libertad de expresión es un medio fundamental para la difusión de ideas y el libre ejercicio de la opinión. Este derecho está protegido en el artículo 19 de la Declaración Universal de Derechos Humanos y en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos. Sin embargo, toda libertad humana tiene su límite, más cuando este derecho se toma como un disfraz para alimentar la intolerancia, la xenofobia, el racismo, la discriminación, entre otros barbarismos mundiales.
Asimismo, preocupa el mal uso de los conceptos “discurso de odio” o “incitación”, que en muchos regímenes totalitarios son utilizados como marco legal para reprimir la natural oposición que surge en los sistemas democráticos y, como consecuencia, legalizar lo ilegal. Ciertamente, la libertad de expresión es un derecho, sí, de la misma manera que lo es el derecho a plegarse a alguna ideología que puede caracterizar a una persona, colectividad, movimiento religioso, cultural, político u otra rama del hacer humano.
Sin embargo, el problema comienza en el límite en el que ese derecho o esa libertad individual o colectiva se topa con la libertad de otro individuo, otra colectividad u otro movimiento.
Referimos todo esto a propósito de la reciente noticia en la que la biblioteca pública de Arlington, Virginia, se pronuncia ante la censura de la libertad de expresión y celebra la Semana de los libros prohibidos, una celebración anual que en este momento apoya las temáticas raciales o con personajes LGTB en las historias.
Y es que la autoproclamada sociedad defensora de las libertades civiles y todas sus variantes (la sociedad estadounidense) censuró la publicación de varios libros, más de 1.600 en el último año. Sabemos que, en el fondo, se trata de una guerra cultural, ya que muchos de los textos abordan de manera crítica el racismo, la violencia, y en rigor, todo lo que consideren bajo sospecha organizaciones vinculadas a las fuerzas dominantes del partido conservador.
Pero, ¿Cuál es el temor a que los jóvenes lean sobre aspectos que podrían ofrecerles una posibilidad de discernir sobre su futuro? ¿Por qué trastocar la libertad desde el inicio?
Es evidente que este pequeño y poderoso fragmento del mundo muestra lo que como humanidad estamos viviendo. Estamos experimentando tiempos complejos en los que atravesamos situaciones delicadas, que de algún modo han sido el resultado del poco desarrollo de una individualidad sana que busque modalidades integradoras. Cabe comentar, en ese sentido, lo que dice Ken Wilber en su libro Breve historia de todas las cosas, al referir que una verdad puede ser “válida sin ser completa, puede ser cierta pero sólo en la medida en que funciona y que debe ser considerada como una parte de otras verdades igualmente importantes”.
La tendencia sectaria termina por envilecer cualquier intento de libertad de expresión e impide, por consiguiente, cualquier atisbo de integración. Si no admitimos que toda relatividad en la experiencia humana se resume y unifica en un proceso evolutivo individual y colectivo, nunca podremos como raza humana entender que lo que finalmente puede llevarnos a una conciencia unificada es alcanzar la experiencia de una identidad más amplia que nos trasciende pero que a su vez incluye ese yo personal con el que nos identificamos. Es un proceso que Wilber describe como la forma de llevar “todos esos elementos dispersos en una misma pauta conectiva”.
Es válido el reclamo por una libre expresión, pero también es claro que ya las diferencias no son solamente raciales, ni biológicamente binarias, sino que todo se ha bifurcado muchísimo más. Valdría preguntarse entonces si, pese a toda esta denominación “global” de esta reciente y acelerada virtualidad que nos ha invadido de forma casi desprevenida, ¿podrá toda esta nueva fragmentación llevarnos a una conciencia unificada o se convertirá en una vía que nos alejará mucho más de este principio?
Entramos entonces en el terreno de lo distorsionado, en los limitados conceptos de libertad, en las verdades relativas sin concilio, en el juego de poder, en la pérdida de los más altos valores, en la lucha innecesaria, en la estéril búsqueda de respuestas externas y un “pare de contar” sin sentido que nos ha llevado a toda esta locura, a todo lo que hoy refleja la realidad humana más cruda, por supuesto evidenciada en esta reciente virtualidad, que funge como caldo de cultivo de la mayor disgregación a la que ha podido llegar este experimento físico.
Fuente:
https://elmercurio.com.ec/2022/09/26/en-ee-uu-se-prohibieron-mas-de-1-600-libros-en-colegios-el-ultimo-ano/
https://revolucioncantonaldotnet.files.wordpress.com/2019/01/wilber-ken-breve-historia-de-todas-las-cosas..pdf
https://news.un.org/es/story/2018/11/1447331
excelente artículo y de acuerdo con la frase “incitación al odio” han pretendido callar aquellas
voces que se alzan ante la pasividad de otros