Es bien sabido por todos que no es necesario tener conocimientos formales de música para disfrutarla, hacerla parte intrínseca de nuestras vidas, o simplemente dejarla deslizar inocuamente por lo habitual de la cotidianidad, sin prestarle más atención de lo que haríamos al ver distraídamente a transeúntes comunes que recorren las calles de una ciudad. Tampoco sería necesario entender la arquitectura de cualquier composición, la naturaleza de la producción del sonido o la historia de la música, para disfrutar profundamente de ella.
No existe ninguna cultura en este mundo que no haya llevado su expresión musical en paralelo o íntima conexión con los desarrollos propios del lenguaje y la evolución. Damos por hecho que el mundo viene con música incluida, y nos relacionamos con ella de formas tan variadas como nosotros mismos. En un extremo, dándole la menor importancia, y en el otro, como una cuestión de supervivencia, una necesidad vital, especialmente cuando actúa como medicina ante la alteración de las percepciones sensoriales: doloroso síntoma que padecen los pacientes esquizofrénicos, con una intensidad y sufrimientos difíciles de imaginar.
Las alucinaciones (visuales o auditivas), las ideas delirantes, la desorganización en el pensamiento y en la conducta, todas presentes en este tipo de alteraciones, pueden discapacitar a quien las padece. La medicación psiquiátrica logra nublar hasta cierto punto los síntomas. De forma complementaria, la terapia musical ha logrado que estas personas puedan nuevamente establecer un principio de ordenamiento y estabilidad sensoperceptiva, desde su interior.
Paul Schreber, un jurista alemán diagnosticado con psicosis esquizofrénica, describe cómo el paliativo de la ejecución musical actuaba sobre él: “Cuando toco el piano, la absurda confusión de voces que me hablan queda ahogada. Todo intento de representarme mediante la creación de un falso sentimiento y cosas así está condenado a acabar en fracaso, debido al auténtico sentimiento que uno puede expresar tocando el piano”.
Músicos profesionales afectados profundamente por esta condición son capaces de tocar a un elevado nivel, sin dar muestras de la afección, al menos mientras están tocando. Tom Harrell, gran trompetista y compositor de jazz ha mantenido su maestría durante décadas gracias a la música. Casi que los únicos momentos en que no padece de los síntomas propios de la psicosis, es cuando está tocando, tal como lo muestra en su maravilloso “Viaje a las Estrellas”.
La música es un gran integrador neurológico, que abarca en sincronía la actividad de áreas del cerebro tan distantes como las relacionadas con la producción de lenguaje, los centros emocionales, la memoria, la planeación y la motricidad. Nos cuesta valorar cuánto logra la música al alinear nuestras percepciones en una coherencia de elementos que se relacionan armónicamente a través del tiempo.
Es así como la música actúa como remedio de rescate, reconector de esencias y recordatorio momentáneo del ser inalterable. El alcance mayor de la música como terapia podría cristalizarse en la expresión de T.S. Elliot cuando pronunció: “O la cascada, o la música oída tan profundamente que no es oída en absoluto, sino que tú eres la música mientras la música dura.”
De modo que, ojalá siempre suene la música: aquella que es armonía, belleza y orden.
De renombrados genios que entre el delirio y la creatividad encontraron lugares de expresión sublime a través de su música, nos despedimos con algunas propuestas para escuchar ciertas obras que dan muestra de aquello que permanece inalterable, tras las angustiosas facetas del síntoma.
- “Journey to the Stars”: Tom Harrel.
- “Kinderszenen, Op. 15: 7. Traumerei”: Robert Schumann.
Referencias:
Sacks, O. (2009). Musicofilia. Relatos de la Música y el Cerebro. Editorial Anagrama.
Elliot, T.S. (1941). Traducción: Jesús Placencia: http://www.jesusplacencia.com/files/t-s-eliot-cuatro-cuartetos.pdf
Foto: ruizhealytimes.com
Gracias Santiago.
Hermosa descripción del gran valor estético e integrador de la Música.
Hola <ONS! Me gustó mucho este artículo; no conocía este trompetista. Gracias por acercarme a su música; es exquisita.
Justo leí algo q escribió Beethoven, luego de sentirse frustrado en sus intentos de plasmar fielmente lo sublime, alegando q tiraba el papel embadurnado al suelo convencido q nadie seria capaz jamás, escribió :
” Sí, tiene que venir de arriba lo que ha de tocar el corazón, si no, son solo notas sin espíritu, ¿no es verdad? ¿que es un cuerpo sin espiritu?[..] El espiritu debe elevarse de la tierra [..] pues solo mediante un esforzado trabajar con las fuerzas prestadas honra la creatura al creador de la naturaleza infinita [5] [6]
.”La 9na sinfonia de Beethoven- Alfonso Lopez Quintás.