La actualidad es pura socarronería sistémica. Envasada y distribuida por los grandes dispensadores que solo activan la voluntad para promover el desconcierto, el desamparo, la impunidad que se deriva de las ideologías, es decir, nada que una mente despierta no capte con inteligencia divina. El corazón sigue oculto, y la esperanza, ay, la esperanza, “es la mayor tortura que existe, y la desesperanza, la gran felicidad”. (1) Esto es elevarse, transformarse, atender al proceso interno, con el cuidado espiritual que demanda nuestra consciencia.
No obstante, hay, y valga el exceso, demasiada desproporción de pensamientos. O, creemos que pensamos, cuando pensamos. La obstinación es perfecta. Siempre ha sido así, pero los medios son otros. Eso no quiere decir que un pesimismo metafísico nos invada. Está, pero debemos resguardarnos. El proceso liberador debería comenzar por saber qué cosas están alineadas con lo que buscamos, si es que tenemos claro la determinante. Y aquí, las filosofías, tienen un rol, que ellas mismas se han encargado de desdibujar. ¿Está produciendo el pensamiento buenas ideas, grandes revelaciones? Veamos.
Partamos de una despedida. Emil Cioran, aun después de fallecido, dispone de uno de los verbos más cáusticos del pensamiento contemporáneo. Insuperable. Con él, el máximo respeto posible. Cargado de pesimismos, no dejaba de tener razón en algunos frentes. Nadie como este hombre, del espíritu religioso sin religión, que insistía en explicarlo casi todo a través de aforismos, para desmontar las imperfectas ecuaciones del lenguaje, y hacer líquido cualquier postulado hegemónico.
Como cuando, en un certero ensayo, breve, justo y esencial, titulado Adiós a la filosofía, se desmarcó de toda la armazón teórica que reverdece impunemente desde el canon académico, ofrendando un lenguaje disecado, pero que, en nuevos términos, ofrecen vida. El acento de Cioran desenmascara, hoy, las poses editoriales, el desate de algunas figuras que se exhiben en las redes con verbo maniobrero, la calculada benevolencia de algunos medios con personajes, cuyas vanidades se expresa cuando intentan normar un pensamiento como algo novedoso, extraordinario, palpitante de trascendencia.
“Me aparté de la filosofía en el momento en que se me hizo imposible descubrir en Kant ninguna debilidad humana, ningún acento de verdadera tristeza; ni en Kant ni en ninguno de los demás filósofos”, comienza Cioran su robusta diatriba. Más adelante acota que la filosofía es un refugio, junto a ideas anémicas. “Es el recurso de los que esquivan la exuberancia corruptora de la vida. Poco más o menos, todos los filósofos han acabado bien: es el argumento supremo contra la filosofía”.
Hay otra premisa cargada de sentencia absolutista, que Cioran lanza con todo el razonamiento que su lucidez le permite. Cuando el texto fue publicado en 1945, incluido en el libro Breviario de podredumbre, muy probable todo el mundo leyó, se entiende que el mundo que le importa el cultivo de las ideas, filósofos auténticos y no tan auténticos, y las variantes humanistas del pensamiento extra cátedra, no se atrevieron a condenarlo por semejante principio.
Cioran sostiene: “La originalidad de los filósofos se reduce a inventar términos. Como no hay más que tres o cuatro actitudes ante el mundo —y poco más o menos otras tantas maneras de morir— los matices que las diversifican y las multiplican sólo dependen de la elección de vocablos, desprovistos de todo alcance metafísico. Estamos abismados en un universo pleonástico, en el que las interrogaciones y las réplicas se equivalen”.
Sí, los tiempos abruman con infinitos modelos de pensamientos, con divisiones de divisiones, repeticiones dentro de las repeticiones, comedias que parecen tragedias, y viceversa, y ya no funciona la voluntad para fines evolutivos, sino para alimentar las fauces del demiurgo consumista, que deslumbra con su lenguaje y que se acrecienta con el espectáculo de la ignorancia. Nada nuevo bajo las sombras, que se forman con la vida.
Cioran lo advirtió, pero la anarquía coquetea con el viejo semblante del sabio: “Los grandes sistemas no son en el fondo más que brillantes tautologías”.
Fuentes consultadas:
Fuentes consultadas:
(1) Patanjali y el yoga. Eliade, Mircea. Ed. Paidós. 1978
Sin duda una visión muy cáustica. Hay mucha verdad en Cioran, muchos querrán refutarlo, pero deben o pueden?. Muy interesante artículo.