Sw. Kalikananda | SKY Venezuela
Discursos de odio, raza y desigualdad prevalecen en estos días. La segregación expresada en los medios digitales crece. El discurso en línea mediatizado ha intensificado el estigma racial que ya existía hace muchas décadas y ha contribuido a la marginalización de ciertos grupos en los contextos online y offline. A razón de todo lo que ha sucedido con el movimiento BlackLivesMatters (las vidas negras importan), se ha desatado una agenda política y mediática sobre el rechazo generalizado que se practica a nivel mundial perdiendo de vista al ser y su humanidad.
Prejuicios y rechazos permanentes de la sociedad hacia un gran número de la población -porque se sabe nunca han sido minorías- ha construido trincheras estereotipadas en el imaginario social en tanto la circunstancia económica de la persona, ubicación geográfica y tendencia cultural, rasgos físicos, elección u orientación de su práctica sexual, discursos, formas de comportamiento y más.
A partir de los problemas actuales sobre las situaciones sociales globales precisamente existen películas que llegan a nosotros en el momento exacto para estremecer la conciencia. Una de estas producciones que retrata la vida de aquellos sectores de la sociedad a los que por años se ha silenciado es Ya No Estoy Aquí. Muy buen ejemplo de la discriminación que día a día viven las tribus urbanas. Territorio negado, menospreciado y muchas veces invisible en las grandes ciudades.
Ya No Estoy Aquí va justamente de prejuicios, expone las emociones, la empatía que se pueda tener con el otro, con alguien diferente en sus actitudes, valoraciones afectivas, pasatiempos e indumentaria. ¡Esta es una historia humana! de gran sensibilidad. Una cinta con mucho ritmo de principio a fin. La música acompaña la vida de Ulises Samperio, quien, entre chanzas y rechazo de terceros, dirige la banda “Los Terkos” que se identifica con la cultura “Kolombia Regia” en Monterrey México, cuya cadencia musical se le conoce con el nombre de cumbias rebajadas.

La característica de este tipo de cumbia que suena en la película es un subgénero que toma la cumbia colombiana clásica y la modifica para hacerla más pausada y lenta. Acerca del origen, el internet cita que por los años 60 en una de esas fiestas públicas de la comunidad colombiana el reproductor comenzó a fallar y la música que sonaba disminuyó la velocidad, dando como resultado un ritmo «más rebajado, más aguado”.
Ante este tipo de melodía la pandilla “Los Terkos” y, en especial el protagonista, se genera un estado interno distinto cuando baila. Un refugio propio. Como si olvidaran el cruel y permanente rechazo que reciben, incluso, del núcleo familiar. Esta es la atmósfera conceptual trazada para contar la vida de los grupos que viven con la caprichosa incomprensión de miradas prejuiciosas que despojan con crueldad y regodeo la más pura sacralidad de una persona reforzando así la golpeada valoración humana.
Esta producción dramática, escrita y dirigida por el mexicano Fernando Frías, recrea lo que se conoció a finales de la década del 2000 como guerra contra el narcotráfico en México. Técnicamente no cuenta con efectos especiales ni la participación de actores populares y, a aún así, ganó el premio a Mejor Largometraje en el Festival de Cine de Morelia 2019, Premio del Festival Internacional de Cine de El Cairo y La Pirámide Dorada a la Mejor Película.
Uno de los directores y guionista latino más reconocido, Guillermo del Toro expresó su profunda admiración al trabajo tanto del director como de los actores quienes debutaron para retratar esta realidad negada: “Con el mundo en donde está, este espléndido film me hizo eco, me emocionó, me sacudió, me hizo pensar y me provocó profunda admiración y respeto”.