En el mundo actual, con su salvaje desigualdad y su cruenta estructura social de pirámide, el concepto del dar, de la ayuda humanitaria y del servicio al otro son de alta relevancia. Mas aún, para pensar sobre esto podemos partir de la base de que, si fuesen entrevistadas para una encuesta, la gran mayoría de personas de seguro podrían coincidir en que necesitamos un mundo mejor, otra realidad más humana y menos desigual. Sería raro que alguien pensara que el mundo va bien, así como va. Sin embargo, posiblemente el método que las personas se imaginarían para llegar a ese utópico mundo mejor sería de lo más heterodoxo y ecléctico. En ese sentido, la utopía es tan subjetiva como la moral.
Ahora bien, en el contexto del autoconocimiento y la espiritualidad, pudiese existir un caso en donde alguien que despierta en conciencia se cuestiona a sí mismo primero sobre su moralidad, y así descubre la importancia de los valores. Una persona así podría tener en principio una crítica contra el egoísmo, para enaltecer el altruismo y así concluir que una vida digna y consciente en realidad se basa en atender a los más desprotegidos.
La persona saldría a hacer donaciones a la calle, participaría en marchas por los derechos de las minorías, etc. Pero entonces resulta que, desde una visión más refinada, existen diferencias categóricas en estos actos si se hacen desde una conciencia verdaderamente despierta o no. Por supuesto, toda esa parafernalia “altruista” la puede ejecutar el ego sin involucrar una milésima de amor verdadero. El dar entonces parece un acto sencillo, pero en realidad sabemos que la conciencia desde la cual se da hace toda la diferencia entre un acto de liberación y uno de afianzamiento del ego de una persona.
La tendencia de la mente y su salida
Humanamente podemos sostener que, en términos de hábitos, una vez se consolida un modo de pensar o de vivir, es habitual que éste sea tomado por el ego. Cuando una persona asume una ideología, una moda, una religión, etc, es altamente probable que se crea su propia historia tanto, que devalúe las demás y se convenza de que su visión de las cosas es única y superior a las otras. Tal actitud de arrogancia por lo general solo ratifica carencias de amor auténtico, y deslegitima cualquier supuesta sabiduría desde la cual su arrogancia pretenda sentirse más.
Por ejemplo, alguien que ejerce el dar desde la inconciencia suele cargar intenciones desprovistas de amor, y termina en efecto dando, pero a la espera de que se multiplique el efecto deseado. Esta es la base de lo que se denomina como ego espiritualizado. En ese sentido se pierde el servicio desinteresado y nos quedamos con una falsa humildad que socava una vez más el alma humana, perdiendo la esencia que el verdadero dar guarda para un corazón sincero.
Se requiere de un despertar aún más profundo para que en la práctica se conceda otra vestimenta a esta hermosa virtud del Ser. En ciertas ocasiones el autoconocimiento y la trascendencia se acerca al concepto del dar, y lo que plantean enseñanzas, como las de Mataji Shaktiananda, es fascinante.
La intención pura está en saber dar, no como un estereotipo de caridad, sino como una entrega suprema. Allí el asunto de la compasión se torna central, pues ya no se ve el dar como un evento externo. De hecho, se dice que quien contiene la verdadera compasión lo que experimenta en realidad es la expansión de su campo de energía, que tiene su asiento en el centro del pecho, en el chakra del corazón, Anahata.
De esa forma su sentir es real, pues su amor es quien lo ha conducido a sentir unidad con el otro y a una entrega desde ahí. Y en definitiva no se cree superior, sino que la humildad y la pertenencia a todos los seres del universo se torna infinita y es una realidad. El camino auténtico va despertando la compasión real, sin duda. Y, es más, cuando a través de un sendero de conciencia se alcanza un estado así, se puede argumentar que quien da ya no es uno como persona, con un nombre y una identidad definida. El sendero interno implica despersonalización, y por eso quien verdadera da, en últimas, es el Ser. Solo desde ese espacio de la conciencia el dar se ejerce con prístina pureza y convicción, más allá de egos espiritualizados y dobles intenciones.
Bibliografía:
Enseñanzas de Mataji Shaktiananda y el Mahavatar Babaji. Escuela Valores Divinos.
Paramahansa Yogananda. EL YOGA DEL BHAGAVAD GUITA. Self Realization Fellowship. 1995.