El viaje es para ninguna parte. No hay algún objetivo al que hubiera que dirigirse, no hay desplazamiento, pero sí posicionamiento, es un periodo en el que el tiempo no transcurre.
El artista en su momento de creación logra este silencio, como una pausa, que le permite comunicarse con él mismo. Con el uno. Desde la experiencia de unicidad, el hombre se diluye con lo divino y desaparece la razón. El filósofo alemán Friedrich Hegel sostiene: “El arte es una forma particular bajo la cual el espíritu se manifiesta”.
El escritor judío, Rabai Shlomo ben Yitzjak, conocido como Raschi, en su comentario acerca del Génesis dice: “Después de los seis días de la creación, ¿qué le faltaba todavía al Universo? La menucha, “la inacitividad” “el reposo”. Vino el sábado, vino la menucha y el universo estuvo terminado”.
Al cerrar los ojos se hace un cierre que, si se suma a tampoco hablar, genera la antesala a la contemplación. Además de despejar el lugar, surge la capacidad de oír. Mediante el trabajo, luchando por alcanzar “la meta “, el ruido y el parloteo, que continuamente experimentamos en nuestra cotidianidad, pretende exigirnos también ser eficientes, productivos. En el silencio, todo ello, progresivamente pierde espacio.
La experiencia del descanso se presenta. Entiéndase por descanso una acción. Aunque paradójicamente se crea que es no hacer nada, que no es una acción, sí lo es. El descanso es esa acción que permite liberarnos de lo que diaria y continuamente hacemos. Nos aparta de la pérdida de la percepción, de lo que nos circunda y nos limita. Las distracciones se van desvaneciendo y su tránsito pierde vigencia.
Se puede decir que una de las más resaltantes debilidades de la civilización occidental, de la que inevitablemente formamos parte, se fundamenta en una errada visión del hombre. Durante los últimos años, es la época en que más se ha escrito y hablado sobre la especia humana, la época de los humanismos y del antropocentrismo. Pero comparativamente, en contraste, es también la época de las más radicales y profundas angustias del hombre respecto de su identidad, género y destino, del rebajamiento del hombre a niveles antes insospechados, época de valores humanos conculcados, quebrantando leyes como jamás pasó antes.
¿Es este acecho auto impuesto? ¿O más bien creado erradamente como consecuencia del “desarrollo”? Juntos con el alcance de la ciencia y la tecnología vienen los límites que rápidamente atrapan y adormecen. Nos mantenemos ocupados incluso en los momentos en los que el mismo sistema nos propone hacer un descanso, tomar una pausa.
El hombre ha perdido la capacidad de estar a solas consigo mismo, el compromiso con lo que se conoce como trabajo lo ha mal transformando, lo mantiene en un nivel medio, constante. Lo arrastra a un estilo de vida que carece de interioridad, que busca la evasión como máximo deleite. En los momentos de descanso, también es conducido, alienado. Los eventos lo seducen y arrastran con el engaño de la fiesta, que debería ser la celebración propia del descanso.
Hasta nuestras vacaciones se transforman en una forma nueva de consumir, de “hacer algo”. De distraernos, de ocuparnos, de calcular el tiempo, es decir, nuestro descanso se pierde en el cansancio que lo aturde.
El ensayista coreano Byung-Chul Han, en el libro “La Desaparición De Los Rituales”, sostiene que celebramos la fiesta, pero “no es posible celebrar el trabajo… El tiempo festivo es un tiempo detenido. No transcurre, no fluye. Por eso hace posible demorarse”. Aquí se intuye que el silencio, en tanto acción, es celebración es fiesta, une, nos une; es entonces una acción común, que podemos hacer en comunión. Continúa diciendo: “El tiempo de la fiesta es un tiempo sublime”.
Sin lugar a dudas, urge recuperar ese espacio hermoso de la existencia que nos permite ser plenamente personas, de ejercer el compromiso de amor. Tal vez, el ejercicio del silencio, nos propicié, como viaje, volver a contemplar la vida desde lo más pleno de ella misma. Que al menos sea el punto de partida para recordar, la pausa que, según Hegel, el artista consigue antes que todo tome sentido y encuentre el contacto con lo espiritual.
Tal vez un instante de contemplación, de admiración y asombro por todo el misterio que se abre a nuestros ojos.
Fuentes consultadas:
(1) Hegel, G. W. F. Introducción a la estética. Barcelona. Península. 1997 p. 17 .
(2) Cit. por Byung-Chul Han, La desaparición de los rituales, Barcelona Herder, 2022 p. 53 de Cit. por G.Agamben, Desnudez, Buenos Aires, Adriana Hidalgo, 2011, p. 162.
Muy buen trabajo de divulgación y reflexión. Y muy bien redactado.
Gracias por este refrescamiento hacia el reposo.
Me deleito esta lectura.