En la inestabilidad de este mundo tambaleante, donde manufacturamos nuestra existencia, hay formaciones, aprendidas o impregnadas de vidas anteriores que nos conducen, si se quiere, a una dicotomía: el héroe y el líder. ¿Cuál es la diferencia que hay entre estos dos aspectos de la conducta humana? Y para poder discernir entre estos dos aspectos que parecen sinónimos, habría que revisar sus antagónicos.
Y, en ese sentido, podríamos preguntarnos, ¿en qué momento nos convencimos de una malvada condición humana? Y sabemos que ha habido quiebres de conciencia en la historia de esta humanidad, donde se han dado intromisiones de regresivas especies que han dejado un marcaje, que obviamente responde al impune e ilegal control en los distintos planos de existencia.
Por fortuna, aún tenemos referencias que, aunque no son las más nombradas en los actuales medios de difusión y comunicación, quedarán eternizadas para aquellas conciencias curiosas e intuitivas que sean capaces de escuchar el Pepito Grillo interno.
Para definir la palabra héroe, podríamos comenzar mencionando a los grandes maestros que han alcanzado niveles de conciencia superior y que han sido vehículos para descifrar el entramado existencial que nos conforma como seres humanos. Luego habría que pasearse por pensadores que se dieron a la tarea de pronunciar la verdad propia, a pesar de todas sus imperfecciones, y no podríamos finalizar sin mencionar a aquellos seres victoriosos que rozaron la inconmensurable libertad que se obtiene luego de arduas batallas.
Y la lista podría ser larga: Adi Shankaracharya, Lahiri Baba, Marie Curie, Yogananda, Ramanujan, Mistral, Withman, Ananda Mayi Ma, Cervantes, Sri Yukteswar, Vivaldi, Bach, Buda, Shakespeare, Bolivar, O’Higgins, Sócrates, Yogananda, Beethoven, Platon, Aristoteles, un largo etcétera, que podría conformar una portada de disco como la de Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band.
Un héroe no es un personaje de ficción, sino el ser que se desafía a sí mismo y alcanza sus verdades más profundas y funge de ejemplo, no por elección, sino por correspondencia en su acción, al develar verdades que se imbrican a las verdades de muchos, porque descubre el verdadero entramado existencial. De este modo, termina siendo ley su eternidad, su trascendencia, su alcance, su logro. Sus acciones terminan siendo un beneficio para muchos, aunque sean seres públicos o absolutamente anónimos.
En cambio, el líder posee muchos atributos del héroe, como lo es el inmenso coraje de dirigir un grupo y dar ejemplo, pero no necesariamente alcanza sus verdades más profundas, su importancia se fundamenta en el grupo que lo sigue o emula. Un héroe no se propone la influencia en otros seres, ni busca ganarse la confianza de nadie; alcanza todo eso sin planearlo. Sus estrategias se dirigen hacia sí mismo y hacia el desafío que no lo deja avanzar y, por natural consecuencia, recibe admiración y respeto por esa voluntad de superarse.
El líder tiene la capacidad de influenciar a otros, pero si no se aboca a alcanzar estados de conciencia superiores, corre el riesgo de corromperse. Se ha dicho que el hombre es un héroe al nacer, pero más allá de la generalidad ontológica, el héroe suele ir por algo que es más grande que él, mientras que el líder avanza con su equipo, siguiendo una especie de manual que muchas veces responde a la actividad mental racional que no resulta buena consejera, cuando se combina con los ingredientes del poder.
Una clave sería la etimología de ambas palabras:
Líder del inglés lead de la raíz germánica leiden (“salir, morir”) y finalmente del griego loimos (“pestilencia”).
Héroe del latín y del griego heros (“superhombre, semidios”).
Fuente:
https://etimologias.dechile.net/?li.der
https://dle.rae.es/h%C3%A9roe
Micco, Sergio. Todos quisimos ser héroes. Centro de Estudios para el Desarrollo, CED. Chile. 2004.
(https://www.ced.cl/cedcl/wp-content/uploads/2017/10/todos-quisimos-ser-heroes.pdf)