La idea de que el pasado, el presente y el futuro son solamente, como lo entendían los sabios de la antigüedad y algunos contemporáneos, como Einstein, “solo una ilusión obstinadamente persistente”, ha estado presente en nuestro inconsciente colectivo desde tiempos inmemoriales.
Para los primeros chamanes de épocas prehistóricas, nosotros solo somos un fractal del todo con el que interactuamos en un eterno presente. Nuestros más lejanos ancestros, al carecer de la escritura, vivían día a día, experimentando la realidad como se les presentaba, acumulando registros en su memoria de las experiencias vividas. En un momento dado sintieron la necesidad de dejar plasmadas sus vivencias más allá del momento que llamamos presente, surgiendo así la tradición oral y los grafismos sobre las rocas.
Las primeras evidencias del registro de nuestras experiencias vividas en forma pictórica para recordarlas y comunicarlas a quienes no las experimentaron, surgieron por lo menos hace unos 45.500 años en diferentes partes del planeta. Comenzamos con imágenes figurativas sobre las rocas y cavernas, seguimos con los jeroglíficos, luego desarrollamos símbolos abstractos para conformar sistemas de escritura.
Todo esto con el fin de registrar nuestro tránsito a través del campo cuántico de infinitas posibilidades donde todo sucede, simultánea y eternamente. Esta definición es solo una aproximación ante nuestra imposibilidad intelectual de entender la causa inmanente de todo lo que existe.
Así que si todos los eventos, los sucesos que tienen un mismo estatus de existencia en este universo (que suceden en una misma dimensión, ya que existen múltiples) los vamos percibiendo uno detrás del otro, en forma lineal, debido a nuestras limitaciones cognitivas y perceptivas, eso nos lleva a la creación un registro parcial que llamamos pasado. Sin embargo, no debemos olvidar que no es el tiempo el que está pasando, puesto que este no existe, sino que “soy yo quien va pasando a través del universo, y voy descubriendo los eventos que existen de manera atemporal” como lo señala el cosmólogo Marc Lachieze-Rey,
De alguna manera, este registro nos debería servir para que no volviéramos a repetir tanto en lo colectivo como en lo personal, experiencias que nos acechan constantemente en el campo cuántico de las infinitas posibilidades, como lo son la autodestrucción y las guerras. O, por otro lado, nos facilitaría reconocer y buscar las experiencias que nos conducirán a la liberación del Samsara, el eterno ciclo de reencarnaciones al que está sujeto el Ser atrapado en la experiencia humana.
Este recorrido del Ser, encarnado por el campo cuántico de nuestra realidad dimensional, genera, inevitablemente, una impregnación de energías que han sido definidas como Karma, el resultado de nuestras acciones. Esa energía kármica, impregnada en el campo cuántico, fue observada por los antiguos sabios de la tradición védica que, en su entendimiento de la simultaneidad de todos los sucesos, dilucidaron su rol en los ciclos de reencarnación en los que vivimos.
La ley del Karma, como se le suele llamar a la ley universal de causa y efecto, es la esencia del movimiento de la rueda Samsara, los ciclos eternos de repetición de experiencias humanas. Esta ley no debería ser entendida como una fuerza, ya sea punitiva o gratificante, que viene del pasado, un karma negativo o positivo, sino como una energía de atracción centrípeta que anula la energía centrifuga de liberación de este plano.
Nos podemos aproximar a esta idea, al imaginar la “rueda” de las reencarnaciones como la de una bicicleta, la cual gira a gran velocidad, encontrándonos nosotros en la periferia, sujetos al centro de esta por uno de sus radios. Esos radios son la energía cuántica producto de nuestras acciones, tanto positivas como negativas, acciones que, si nos apegamos, repitiéndolas y regodeándonos en ellas, vidas tras vidas, ya sea por maldad o por benevolencia, nunca alcanzaremos la libración final, la emancipación última, el Samadhi.
La clave para ello está en liberarnos de las fuerzas de las acciones que se nos presentan día a día, desapegándonos de ellas, como se lo enseño Sri Krishna a Arjuna en pleno campo de batalla: “Arjuna, tienes derecho a realizar tus deberes prescritos, pero no aspires a los frutos de tus acciones”.
Referencias:
https://historia.nationalgeographic.com.es/a/pintura-rupestre-mas-antigua-conocida-tiene-45500-anos_16160#:~:text=La%20cueva%20de%20Leang%20Tedongnge,seg%C3%BAn%20las%20dataciones%20por%20uranio.
https://www.alfdurancorner.com/lecturas-seleccionadas/piensa-en-lo-siguiente-todo-cuanto-existe-en-e.html
https://unamglobal.unam.mx/el-tiempo-no-existe-marc-lachieze-rey/#:~:text=Universo%20desarrollado,no%20hay%20recuerdo%20de%20ello.
Bhagavad Gita. Capítulo 2, verso 47
Muchas gracias por una explicación tan sencilla de dos temas que son hiper-complejos: el karma y la relación de espacio-tiempo. Es claro que hay mucho mas que profundizar, saber y aprender de estos temas, pero en verdad me sorprendió cuanto dices con una narrativa “sencilla”. Muchas felicidades!
Así es!! tenemos el libre albedrío para tomar acción , pero debemos desapegarnos del fruto de esas acciones…disfrutar el camino , ya que el resultado no lo controlamos nosotros si no una fuerza o energía superior que no pide permiso, se mueve en un equilibrio Perfecto.
Se nos hace difícil de entender porque si me esmero, hago todo bien, porque me pasa esto o aquello? Es una constante pregunta… pienso que no estamos alineados con la verdad y por eso debemos aprender de ella para No rebuscar tantas respuestas y más bien aceptar los hechos …