Como dos fieras, astutas y circunspectas. Silenciosas. Nunca pasaban desapercibidas. De esa convergencia -14 de julio de 1930- el hombre comprendió que la sabiduría, la verdadera mente ilustrada, es sinónimo de humildad. Ni un átomo de fingimiento. Ni una letra disfrazada. El gesto decisivo de mover un poco el rostro hacia un lado, como intentando capturar el mensaje invisible, la infinitud del espíritu y la ciencia. La poesía también se expresa en un diálogo.
Es una fotografía que gravita en la mirada. El fuego de uno. La placidez del otro. Tagore y Einstein, o, Einstein y Tagore. Nadie discute la supremacía del encanto que producen ambas figuras. La paz del poeta se nota en la serenidad del científico. Y a la inversa. Símbolos vivos. Oriente y occidente. En un suburbio, en ese Berlín previo al azote de la guerra, el Nobel de Literatura fue al encuentro del Nobel de Física. Subió una cuesta, y en medio del ascenso, el físico se halló con el filósofo.
La conversación entre estos dos pesos pesados del conocimiento contemporáneo, fue publicada en el The Modern Review, en Calcuta, revista mensual que dirigía Ramananda Chatterjee, considerado el padre del periodismo indio. Intelectualmente deslumbrante, llena de grandes exactitudes, no apelaron al recurso de la inocencia, pero sí a esa sutil tensión, que engendra los cerebros amoblados de extraordinarias verdades.
En un pasaje, para corroborar por dónde va el mundo, Einsten reitera, con consabido aplomo, que se apega al argumento pitagórico que plantea que la verdad es independiente de los seres humanos. Tagore, que conoce los vacíos que sostienen, le responde que, una verdad completamente desvinculada del observador, es absolutamente, no existente. Un duelo de titanes, con las delicadezas de los sabios.
Sw, no me imagino la reunion…que bonito! yo diria que dos Luces muy brillantes