Pareciera que vamos, como humanidad, hacia un complejo estatus de existencia, en el que cada vez se vuelve más y más difusa la confluencia de aspiraciones comunes, en medio de la creciente fragmentación. Hemos coexistido en un ambiente eminentemente social, donde se conjugan múltiples identidades, en las que la pluralidad es tan fundamental, como la aceptación de la misma. Para ello, el respeto es de vital importancia. Todo parte necesariamente del sentido de pertenencia que cada uno pueda procurarse, así como de la empatía con los congéneres en estos planos.
La naturaleza universal se debate entre dos fuerzas antagónicas, y complementarias, que sostienen el vasto cosmos en su forma física y etérica. Esas dos fuerzas son la masculina y la femenina, en términos de polaridades que parecieran difuminarse cada vez más en la avasallante segmentación a la que nos vemos enfrentados cada día.
Por otro lado, encontramos, en la Biblia cristiana, a Mateo 7:17, que recita que “todo buen árbol da sus buenos frutos, y el árbol malo, da sus malos frutos”, a lo que se le agregaría a este último la frase “siempre y cuando permanezca en estado de pecado”. Es decir, del bien se obtiene el bien, del mal se obtiene el mal. Pero si extrapolamos todo esto a la Ley del Karma, desde una perspectiva mucho más consciente, no serían las consecuencias de las acciones negativas un castigo sino una vía, más compleja, de aprendizaje.
Las acciones pasadas determinan lo que obtenemos como presente, y las acciones presentes determinarán los resultados de una existencia futura, tomando en cuenta, claro está, la relatividad de la ecuación tiempo-espacio.
Estudios bíblicos también señalan que la espina produce espinas, no produce uvas o higos, por lo que cada polaridad tiene su naturaleza intrínseca. Si continuamos hablando del Karma o nos enfocamos desde una perspectiva cuántica-evolutiva, podríamos decir que todo se trata de niveles de consciencia, o incluso niveles de frecuencia y cada estadio posee su particularidad en la que opera: bien-mal. luz-oscuridad, conciencia-ignorancia, etc.
Sin embargo, de pronto, saltan falsos profetas, disfrazados de ovejas, modificando todo, manipulando la verdad, haciendo cabriolas conceptuales, y ajustando la cosa social. La visión del sociólogo Max Weber podría ser muy esclarecedora. En uno de sus escritos decía: “Quien accede a utilizar como medios el poder y la violencia, ha sellado un pacto con el diablo, de tal modo que ya no es cierto que en su actividad lo bueno sólo produzca el bien y lo malo el mal, sino que frecuentemente sucede lo contrario. Quien no ve esto es un niño, políticamente hablando”.
Este sociólogo alemán se enfocó mucho tiempo en el estudio de los modos de política del ser humano y, en ese sentido, hizo especial énfasis en los estragos que puede generar la corrupción. Los opuestos, en la Ley de polaridad, no son “buenos” o “malos”, el problema real es la ignorancia, esa es la que verdaderamente corrompe, no poder acceder al conocimiento de la función real de lo existente, es decir, su uso tergiversado hace que lo corrupto impere.
De allí que la realidad permanezca alterada ante los ojos de quien no alcanza a correr los tan mencionados velos de ignorancia, que no son más que la acción de desempañar la visión externa, a través del trabajo interno.
Fuentes:
– Repositorio
– BiBle
– BiBlia Plus