“Apareces henchido de belleza en el horizonte del cielo, Disco viviente, que das comienzo a la Vida. Al alzarte sobre el horizonte de Levante llenas los países con tu perfección. Eres hermoso, grande, brillante, alto por sobre tu Universo. Tus rayos cubren los países hasta el confín de lo que creaste. Porque eres el Sol, los has conquistado hasta sus confines y los sujetas para tu Hijo al que amas”.
Himno a Atón (fragmento).
Hace ya 38 años que se llevó a cabo el estreno de “Akenatón”, la magnífica ópera de Philip Glass, basada en la vida y el legado del legendario faraón egipcio, reconocido como la esencia misma del sol en la tierra y destinado a unificar las aspiraciones espirituales hacia un solo portento de luz consciente: el Sol.
La ópera, en el inigualable estilo de Glass, tiene textos en acadio, hebreo y egipcio antiguo, algunos de ellos extraídos de documentos tan trascendentales como el “Himno a Atón”, considerado una obra magistral de la literatura religiosa y atribuída al propio Akenatón. ¿Cuál es la relevancia de obras como esta, que, en medio de dolorosas guerras, llama la atención sobre el Sol? ¿Puede la música acercarnos a aquello que fundamenta nuestro origen y nuestra existencia?
Hoy en día, cuando de forma tan directa e incesante los territorios nacionales continúan siendo inmisericordemente pisoteados y arrebatados, vemos también con preocupación cómo ciertos puntos del espacio exterior, dotados de extraordinarias condiciones gravitacionales, también son objeto de control y bloqueo.
Ejemplo de esto es el interés creciente por el dominio de los Puntos de Lagrange, también conocidos como Puntos de Liberación: determinados puntos del espacio en donde se anula la atracción gravitacional, por el resultado de la sumatoria de fuerzas de atracción ejercidas por 2 objetos celestes sobre uno más pequeño que se encuentra en medio de ellos.
Por ejemplo, el punto L2, a 1.5 millones de kilómetros de la Tierra, es el límite en el cual un cuerpo puede situarse sin ser atraído por la sumatoria de los campos gravitacionales de la Tierra ni por el Sol. Si se llegara a desplazar así fuera mínimamente hacia un lado o hacia otro, sería atraído a partir de ese momento, hacia el cuerpo que se encuentre en la dirección del desplazamiento (la tierra o el Sol). Durante décadas, estos puntos han sido codiciados y son el objeto de programas de colonización financiados principalmente por el gobierno de los Estados Unidos, con fines militares, científicos, y turísticos.
Conscientes de la importancia de desarrollar técnicas para alcanzar la vías de acceso directo con la conciencia del Sol, la tradición egipcia de Atón, la vertiente solar Maya, los Surya Yogis del valle del Indo, entre muchos otros, han dejado importantes claves para la liberación del hombre de sus ataduras, producidas por su propio peso kármico, asentado en las densidades de la materia, las irresueltas relaciones humanas, el apego, la codicia y la sustancia astral producto de un colectivo emocional inconsciente.
En momentos como el que vivimos, en donde la codicia por control sorprende por su alcance y efectividad en su intento por obstruir las vías y los puntos clave para el contacto trascendente, resulta imperioso reconstruir espacios para el alcance de nuestra consciencia más elevada. La música, esa sustancia que roza los espacios del alma, transportando a la psique más allá de los límites del espacio y el tiempo, puede activar en nosotros el recuerdo de realidades inherentes a nuestra naturaleza más esencial, tal como es nuestra realidad como seres cósmicos. Así lo expresó Yogananda:
“La razón por la cual las grandes composiciones musicales de oriente y occidente brindan al hombre alegría, es que causan temporalmente un despertar vibratorio en uno de los centros ocultos de la espina dorsal, evocando en él, en esos momentos de dicha, tenues recuerdos de su origen divino.”
¿Puede la música ayudarnos a sanar una conexión que ha sido alterada? Podríamos explorar la respuesta en nosotros mismos, acercándonos a las vías creadas desde las grandes conciencias musicales de todos los tiempos:
Akenatón: Ópera en tres actos. Escrita por Philip Glass.
- “Alpine Symphony”. Por Richard Strauss. Recrea musicalmente el ascenso de una montaña en un día soleado en los Alpes. Logra un efecto abrumador cuando el sol surge al comienzo de la pieza, presentado por una de las orquestas más grandes jamás reunidas hasta ese momento, con una sección de metales particularmente fuerte.
- “Morning Mood”, perteneciente a la Suite de Peer Gynt op. 23, escrita por Edvard Grieg. Escrita como música incidental para la obra de teatro de Henrik Ibsen, representa la salida del sol en el punto en el que el héroe se encuentra varado en el desierto.
- “Amanecer” perteneciente a “Daphnis et Chloé”, la famosa ópera sin texto de Ravel, con sus innovadores colores orquestales, recrea las sensaciones de los primeros momentos del alba, hasta el intenso despliegue de los rayos solares sobre el protagonista, dándole renovada esperanza para continuar la búsqueda de su extraviada amada.
Referencias:
- Himno a Atón. Traducción de Guillermo Fatás. Historia Antigua – Universidad de Zaragoza.
- A la Conquista de los Puntos Lagrange. Heber Rizzo. http://www.astroseti.org/noticia_1409_a_conquista_los_puntos_lagrange_parte_i.htm
- Autobiografía de un Yogui. Paramahansa Yogananda. Self Realization Fellowship.