La creación perfecta como es en su diseño y dinámica nos contiene en un espacio – tiempo bajo el cual nuestra vida se desarrolla, y donde el sistema solar que habitamos nos ofrenda un eterno presente en ciclos de tiempo exacto para Ser. El día y la noche delimitan los ritmos circadianos en porciones de 24 horas donde la vida presente en los diferentes reinos de la naturaleza se organiza y responde orgánicamente a estos flujos.
Aunque para el hombre de hoy está cada vez más desconfigurado este orden, a la vez que es menos entendido y atendido dado el frenetismo de vida que busca mantener actividades veinticuatro horas los siete días de la semana.
Si tan solo pudiésemos desacelerar para atender este presente que el Sol nos ofrenda con cada amanecer y anochecer, valoraríamos más cada momento, lo atesoraríamos en armoniosa consonancia.
Qué agotamiento produce la creciente pretensión de disponibilidad para atender muchos frentes que por deber o por interés particular asumimos, con la aspiración de cumplir con cualquier cosa que surja, con pocos argumentos para priorizar y enfocarnos, organizar nuestro tiempo y en pequeñas porciones vivir más presentes.
Estamos llenos de tareas, y algunos con un desentendido perfeccionismo consideramos que todo y al tiempo es posible hacerlo bien, pero ¿A costa de qué? ¿Por qué moverse así por la vida? ¿A caso se podrá hacer tanto y bien hecho?
“Quien mucho abarca poco aprieta” es la frase que bien encaja para entender cuando nos conducimos así en la vida. Nuestra dimensión del tiempo termina sobrepasando límites y rezagando en muchos frentes los pendientes que terminan acumulándose hasta ahogarnos y perder el sentido de lo verdaderamente importante: Sentirnos presentes.
Esto produce una ansiedad creciente y se llega a confiar demasiado en ciertas habilidades, sin contar con que nuestro sistema se agota y no responde en cierto momento, dejando en evidencia nuestra capacidad real que requiere acciones para muchos desafiante: Reconocer nuestras limitaciones y posibilidades, pedir apoyo y controlar la autosuficiencia para delimitar nuestro alcance.
¿Qué estaremos ocultando bajo conductas como estas? ¿Será posible detener ese flujo de acción y reorganizar la vida sin culpabilizarse por detenerse y sentirse mediocre o incapaz?
Y probablemente lo que ocultamos es una incertidumbre y miedo al futuro, una evasión del presente para no ver ni conectar con situaciones realmente trascendentes y que requieren resolución, y de las cuales nos escondemos al estar constantemente ocupados en algo.
Valdría parar, respirar, revisar, clasificar, priorizar, distribuir, delegar e incluso renunciar si es del caso; ya que perdemos más si seguimos desde la inercia como robots que desentienden razones y lógicas de profunda relevancia para el alma y que nuestro cuerpo y mente tan claramente nos muestran, justo cuando el resquebrajamiento nos va pasando factura.
Y cuando no, a veces es demasiado tarde y lo que se dan son fracturas o incluso colapsos del sistema, perdiendo incluso la vida, envueltos en ocupaciones sin sentido con las que nos adornamos y buscamos destacar con habilidades que solo son ventajas más no condiciones determinantes. Recordemos la fábula de la liebre y la tortuga, no sea que el exceso de confianza nos retrase, y perdamos la preciada vida en carreras inocuas donde se desatiende el verdadero propósito de nuestra existencia.
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Gracias, muy acertado, tenemos llena la agenda de actividades y no queda tiempo para nada, me resonó mucho!