La música, esa forma de expresión de las más elevadas aspiraciones del hombre, en su naturaleza como vibración sonora, es una gran modeladora de pensamientos, sentimientos, movimientos y formas. La gran música, aquella que no resiente el paso de los siglos, es código y es sendero, delineado este por el anhelo del alma y así acompasarse con las corrientes musicales que brotan de las fuentes de la creación total: el eterno “Om”.
Veamos cómo tres elementos básicos de la música y su relación con nuestras dimensiones físicas, psicológicas y espirituales, pueden darnos cuenta de su interconexión con el todo, y desde ahí preguntarnos: ¿cuáles son los ritmos que marco? ¿cómo se despliega la melodía en mí? ¿en qué grado de armonía logro situarme?
El ritmo, esa pulsación básica, elemental y primaria de la música, es el elemento con el cuál más fácilmente todos nos relacionamos. Sus potentes efectos en el sistema físico, en lo material, tienen que ver en gran parte con la estimulación y la modulación de la marcha y el movimiento, por lo cual, el ritmo y la percusión han sido empleados como importantes recursos en la musicototerapia de reahabilitación física. También ha sido ampliamente estudiada su relación con la frecuencia cardíaca, haciendo evidente la tendencia del corazón a acompasare con la velocidad de marcación rítmica sugerida por el estímulo sonoro.
“Kepler habló de la música
de las esferas, como aquella
que emiten los cuerpos celestes.”
Sugiriendo una proyección ascendente, los ritmos musicales han sido los receptores en fractalidad de los ritmos de los ciclos planetarios y solares, lo cual a su vez está plasmado en el sofisticado sistema rítmico de la música hindú, bajo el estudio de los talas. En la música clásica indostaní existen talas que van desde 3 hasta 108 golpes en un ciclo: una perfecta conjunción entre música y códigos numéricos de alienación cósmica. Por su parte, basándose en postulados pitagóricos y aristotélicos, Johannes Kepler habló de la música de las esferas como la música que emiten los cuerpos celestes, teniendo en cuenta sus órbitas y desplazamientos por el cosmos.
La melodía es el elemento musical que, a partir del ritmo, abarca una nueva dimensión en el espacio posible para el despliegue sonoro: la altura. Para obtener una melodía, debemos combinar sucesiones de sonidos de diferentes alturas, dentro de un esquema rítmico, por lo cual, su concepción y ejecución requiere de procesos más avanzados, incluso a nivel neurológico (sé de bromas que ponen en entredicho la musicalidad de los percusionistas debido a esta particularidad). En cualquier caso, al observar el fascinante universo de posibilidades de expresión de la variable ritmo-altura, nos deberíamos preguntar si no estamos ante uno de los lenguajes más sofisticados que la consciencia haya podido desarrollar.
El gran Ravi Shankar explicó que “un raga es una forma melódica científica, precisa, sutil y estética con su propio movimiento peculiar ascendente y descendente (…) llamado Arohana y Avarohana.” Paralelamente, las más poderosas técnicas de elevación de la consciencia, dadas bajo formulaciones de kriya yoga, nos remiten a la movilización consciente del prana por los circuitos ascendentes y descendentes del sistema de nadis y chakras, los cuales, a su vez, guardan hermosas y exactas correspondencias vibracionales, expresadas en hertz o notas musicales.
“La armonía,
una de las cualidades
inherentes al estado del Ser.”
Por último, la armonía resulta siendo la expresión más completa de la música, y uno de los alcances más sublimes de la consciencia en el gran arte musical. La armonía, una de las cualidades inherentes al estado del Ser, se decanta hermosamente en la arquitectura sonora de un concierto para clavecín de Bach, un coro sacro de Tchesnokov, o una improvisación del cuarteto jazzístico de Dave Brubeck.
La armonía en la música, implica el ordenamiento expresivo de variadas y diversas líneas melódicas, en un mismo conjunto de sucesos sonoros que se manifiestan simultáneamente y en consonancia (o intencionales disonancias). Tomando el ejemplo del coro, cuando un cantante ejecuta su parte “individualmente”, debe estar consciente de su propia línea melódica, pero al mismo tiempo, debe percibir y acoplarse a las otras melodías que están sonando al mismo tiempo que la suya. Su cerebro debe funcionar de manera sorprendente, para poder llevar a cabo este tipo de actividad, a través de complejos procesos neurológicos relacionados con lo motor, el lenguaje, la racionalidad, la emocionalidad y la empatía. ¡Todo al mismo tiempo! No debe confundirse en interpretar líneas melódicas que no sean las suyas, pero debe ser capaz de escucharlas conscientemente, mientras canta algo diferente. Es como la expresión de la aparente individualidad del alma en perfecta alineación consciente con el todo.
Pero, escuchemos lo que en el mundo, como música, es predominante: ritmos confusos, melodías ofensivas y armonía recalcitrante. Parafraseando nuevamente a ese Arcángel de Nebadón: “La mayoría de los mortales reacciona a la música tan largamente con los músculos materiales, como ligeramente lo hace con la mente y el espíritu”.
Fuente consultada · El Libro de Urantia (1993). Urantia Foundation · Tariq Ali (2012). What the Beatles Missed About Ravi Shankar.
Santiago:
Sigo con afán y aprendo mucho de tus artículos.
Muchas gracias..