¿Podría la música existir sin silencios? Parecería que no, si es precisamente el despertar del sonido sobre la inercia del silencio lo que suscita el contraste que nos lleva a vivir una nueva realidad en estas formas duales de percepción. Así opera la naturaleza del sonido en los planos físicos en donde el choque entre las partículas es percibido por nuestro aparato auditivo y decodificado en impulsos eléctricos ante los cuales decimos que “escuchamos”.
Si pudiéramos hacer zoom a la simple y a la vez poderosa dinámica que se desprende de este fenómeno ubicado entre el reposo y la activación, ese momentum que se desliza entre el silencio y el sonido, terminaríamos dándonos una muestra más de la ilusoria dualidad en la percepción de los fenómenos y manifiestos como la música: una sutil invitación a jugar el juego de la reunificación de la conciencia.
¿Brota el sonido desde la quietud del silencio? ¿De dónde viene, a su vez, el silencio? Del sonido mismo, su precioso antecesor e ineludible sucesor.
Resulta obvio que en todas las composiciones e interpretaciones musicales el momento previo al primer sonido es silencio. Incluso entre una nota y otra, hay fragmentos de silencio de mayor o menor duración, evidentes desde la misma fisiología néumica de los vientistas, realizando inhalaciones en aquellos puntos donde la melodía lo requiere, deteniendo luego el sonido, y reposando en el silencio, tan solo para retomarlo nuevamente con la siguiente exhalación. Inhalando en silencio, exhalando con sonido.
Entre una sinfonía de Beethoven y un día de Brahma, no han sido pocos los compositores que se han dejado atraer por el reposado magnetismo de esta silente naturaleza sonora. Como ejemplo, el sentido cantus para campana y orquesta que Arvo Pärt compuso ante el fallecimiento de su amado Benjamin Britten, el cual hace énfasis en el silencio previo al inicio de la pieza.
La primera indicación que se da explícitamente en la partitura es un compás de silencio, pero ¿por qué había que tomarse esta molestia, si desde un sentido práctico, la anotación del silencio sin duda sobraría? Pareciera ser que para Part, hacer explícito ese momentum, era parte fundamental de ese “apagar todo para encenderse”, tan propio de su minimalismo sacro y del silencio que marcó el deceso de su amigo.
Si para muchos la música es un reflejo del alma que nos lleva a escucharnos a nosotros mismos, para John Cage, los silencios resultaron esenciales para recrearnos en estas oídas y miradas de ida y vuelta. Llevando lejos su necesidad de silencio hasta lo que conocemos como una de sus obras más famosas y controversiales: “4´33´´”, con sus tres movimientos para ser interpretados por cualquier instrumento o conjunto de instrumentos, busca poner al oyente de forma cruda ante sí mismo.
La única indicación que se da en la partitura es “tacet” (guardar silencio), orden que debe acatar el intérprete a lo largo de cuatro minutos y treinta y tres segundos. La experiencia sonora va a ser la resultante entre el silencio del intérprete, los sonidos naturales que se generen durante este lapso de tiempo (los del público, la naturaleza o el entorno) y la captación de unos y otros por parte del público.
Sobre el estreno de su obra, el mismo Cage comentó: “No existe eso llamado silencio. Lo que pensaron que era silencio, porque no sabían cómo escuchar, estaba lleno de sonidos accidentales. Podías oír el viento golpeando fuera durante el primer movimiento. Durante el segundo, gotas de lluvia comenzaron a golpear sobre el techo, y durante el tercero la propia gente hacía todo tipo de sonidos interesantes a medida que hablaban o salían.”
Podríamos entonces reflexionar sobre si ¿existe realmente eso llamado silencio? ¿Cómo lo producimos? ¿Qué tan distante está de su opuesto aparente, el sonido? Y más importante aún, ¿qué dice mi silencio?
Referencias:
Interesante y profundo, motiva a escuchar y reflexionar. Gracias.
Excelente